Una bahía casi desierta en Vietnam

La impresionante bahía de Ha Long ofrece unas vistas que dejaron boquiabierta a nuestra clienta Gloritzell Contreras

POR: Gloritzell Contreras

No había visto otro paisaje como el de la bahía de Ha Long, en Vietnam. En sus 1,500 km2 hay islotes rocosos, calcáreos, que según la leyenda local fueron anteriormente joyas de jade escupidas por dragones celestiales enviadas por un emperador para proteger a los vietnamitas contra invasores chinos. Ellos explican que estas joyas se convirtieron en una muralla de islotes —un par de ellos quedó tan cerca el uno del otro que parecen rocas que se besan—, y así lograron protegerse contra los enemigos en barco.

Fuera de la mitología, esta maravilla natural —en efecto, la bahía fue elegida popularmente en 2001 como una de las siete maravillas naturales del mundo— no tiene par, y todavía recuerdo la impresión que me causó ver cómo, al atardecer, el sol se metía entre esas isletas montañosas.

Mi esposo y yo tomamos un mini crucero de dos días y una noche por la zona, y de todas las visitas, quedamos impresionados con un pueblo cercano casi abandonado. En ese pueblito anteriormente vivían unas 800 personas, abastecidas económicamente gracias a la pesca. Sus casas estaban sobre el agua, sostenidas apenas por unos contenedores plásticos que les hacían flotar. Estas actividades generaban desperdicios que, al ser declarada la Bahía Patrimonio de la Humanidad UNESCO a finales del siglo pasado, el medio ambiente local no podía soportar. Por eso, los habitantes fueron trasladados a otra zona residencial.

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Hoy, la presencia de residentes es mínima, y solo permanecen aquellos que ofrecen unos botecitos de madera y unas canoas tipo kayak, para recorrer ese pueblito por el agua. Mi esposo se atrevió a hacer el recorrido en uno de estos últimos —yo tomé uno de los botecitos de madera grupales—, y quedamos impresionados por el nivel de detalle de estas residencias, con tres generaciones de una familia que hacen su vida en viviendas de una sola habitación. Todavía hoy, ambos recordamos esa combinación entre la belleza natural de la zona y la hermosa sencillez de esas casitas.

Fotos: Gloritzell Contreras