Budapest en un día

Desde un panecillo en forma de chimenea hasta un cafecito vespertino en un bar especial, desde una catedral a un mirador, hay mucho que explorar en un día en la capital húngara.

Budapest es una ciudad dividida por un río –Buda y Pest se encuentran a ambos lados del Danubio– pero unida por varias culturas –ahí confluyen la herencia de los celtas, los romanos, los mongoles, los otomanos, los magiares y del imperio Austro-Húngaro–. La ciudad atrae más de cuatro millones de turistas cada año, y se entiende: más allá de toda esa historia, Budapest vive su presente, con una vida social burbujeante. Para comprobarlo, nosotros la recorrimos con gusto entre sol y sol en un viaje reciente.

POR: Katingo Haché de Santelises y Ana Santelises de Latour

[8:30 A.M. – HUEVOS HERVIDOS Y PANES DULCES]
No lo sabíamos, pero en toda la zona de lo que antes fue el imperio Austro-Húngaro el huevo hervido y el pan dulce hacen acto de presencia casi obligatorio en el desayuno. Para probar uno a lo Budapest, nosotros comenzamos la jornada con el servicio en la terraza del Kollász Brasserie & Bar del Four Seasons Gresham Palace, abierto entre 6:30 a.m. y 10:30 a.m. Si no se hospedan en el hotel, tomen nota: la entrada desde afuera se encuentra en la calle Zrínyi.

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[9:45 A.M. – VAMOS A GOBERNARNOS]
¿Por qué colocamos una hora tan específica para la visita al Parlamento Húngaro, con eso de las 9:45 a.m.? Porque está prohibido entrar sin un guía autorizado, y las visitas están divididas por hora entre ocho idiomas. A las 9:45 de la mañana toca uno de inglés; el más temprano en español comienza a las 10:15 de la mañana. Toda esta organización –incluyendo los guardias que escoltan continuamente a todos los visitantes, hasta para ir al baño– se debe a que el Parlamento se encuentra funcionando, y como nosotros no nos gobernamos –los legisladores sí–, debemos seguir estas reglas. Vale la pena, dada la riqueza gótica del interior de la estructura, las coberturas en oro –88 libras en total– que hablan de la ostentación del antiguo imperio y una orientación de 45 minutos que permite entender mejor la situación política actual del país.

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[11:00 A.M. – WE COULD BE HEROES]
Tras salir del Parlamento, a corta distancia se encuentra la Plaza de los Héroes, ubicada en la avenida Andrássy. El lugar fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial, aunque hoy sobrevive el Memorial del Milenio, un conjunto de estatuas de los líderes de las siete tribus magiares, el grupo étnico que fundó el país –van a ver una y otra vez la palabra «Magyar» en objetos, en los florines y en las calles, pues Magyarország es el nombre oficial del país en húngaro–, así como más de una decena de personajes clave en la historia de la nación. Y ojo, que el «milenio» no se trata del paso de 1999 al 2000, sino de la celebración de los mil años de creación del país, cumplidos en 1896.

[11:30 A.M. – AQUÍ, MARCHANTA]
El Mercado Central de Budapest abrió a finales del siglo XIX para poder controlar la situación sanitaria de los alimentos, y se nota ese propósito inicial: lo que más llama la atención en una visita es la limpieza del lugar. En el primer nivel pueden realizar compras de especias como la paprika, el excelente vino dulce tokaji y una selección de carnes –nosotros nos trajimos a casa unas latas de foie gras–; en el nivel superior pueden disfrutar una picadera junto a los locales. Una nota importante: el mercado está cerrado los domingos.

[12:30 P.M. – LA NUEVA YORK DE BUDAPEST]
Uno de los restaurantes más visitados de la ciudad es el New York Kávéhász, que se autodefine como el «café más bello del mundo». Puede que tengan razón: abierto en 1894 como parte del New York Palace, sus detalles decorativos inspirados en el renacimiento italiano hablan de una elegancia sesuda, y es imposible no sentirse sobrecogido ahí dentro. Esa suntuosidad también hace referencia a los años imperiales, algo de lo que también habla el menú: la carta está compuesta por clásicos húngaros como el goulash, la sopa de guisantes y el pollo a la paprika, y postres como la torta Eszterházy.

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[2:00 P.M. – SUBIR A BUDA]
Pueden tomar un funicular para subir a Buda, la parte alta de la ciudad del otro lado del río, o hacer el recorrido a pie. Una vez allá, pueden ubicarse en un mirador justo debajo de la colina Gellert para admirar a Buda y a Pest de un tiro. Luego pueden explorar la Ciudadela, ver los coloridos techos de la Iglesia de Matías, pasar al Hotel Hilton para tomar un trago refrescante o, como también hicimos nosotros, probar el mejor Kürtőskalács o chimney cake de la ciudad en un carrito ubicado detrás del Castillo Real de Buda –donde, por cierto, había durante nuestra visita una exhibición de Picasso–. ¿Con qué se come eso? Justamente con masa de harina, mantequilla derretida, azúcar granulada, nueces y canela.

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[5:30 P.M. – UNA PARADA TÉCNICA]
Al bajar a Pest de vuelta, no dejen de conocer la Basílica de San Esteban, dedicada al primer rey de Hungría. Allí seguramente el olor les indicará que están frente a un puestito de hot dogs, donde podrán probar condimentos al estilo mexicano, americano, alemán y húngaro, y acompañarlos con papas. Si prefieren algo dulce, entonces pueden pasar por la sucursal cercana de Szamos Marcipán, para probar chocolates y otros postres.

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[8:00 P.M. – UNA NOCHE ESTRELLADA]
Para cerrar la jornada pueden tener una noche estrellada –dígase, de estrellas Michelín–. El Café Gerbeaud era el favorito de la emperatriz Sissi en sus visitas a la zona, y hoy su restaurante Onyx cuenta con una estrella del respetado ranking gastronómico. Allí podrán degustar platos hechos exclusivamente con ingredientes locales y frescos.

Al finalizar la cena, no dejen de recorrer Budapest de noche, para observarla, literalmente, bajo otra luz: los edificios se ven aun más esplendorosos con la iluminación focal que les dedica la ciudad al ponerse el sol.

Fotos: Katingo Haché de Santelises, Ana Santelises de Latour y Four Seasons