Un chef en casa en Nueva York

A pesar de la gran oferta de restaurantes que presenta Nueva York, en una celebración familiar reciente nos decidimos por una experiencia gastronómica diferente: recibir un chef en casa.

POR: Katingo Haché de Santelises

 

Suena raro sugerir la idea de tener un chef en casa en Nueva York, una ciudad tan poblada de buenos restaurantes, pero de vez en cuando hace falta compartir en el hogar –y si a eso se le suma no tener que preocuparse por el lavado de los platos, mucho mejor–.

Por eso, para celebrar el cumpleaños de mi esposo en familia en Nueva York, mi hijo Jean sugirió utilizar los servicios de Carried Away Chefs: menú a la medida, la compra del supermercado, la cocina y la limpieza todo incluido en un servicio de cocina a domicilio. El servicio fue creado por Kate Homs, egresada de Le Cordon Bleu y especializada en gastronomías francesa e italiana, y hoy cuenta con un portafolio de chefs más amplio. Al seleccionar un menú italiano, Carried Away nos asignó  a Alyssa, una chef especializada en el área –es descendiente de italianos y tiene la comida en su sangre, porque sus abuelos tenían una empresa de catering en Nueva York y de ahí aprendió las recetas que pasaron de generación en generación–.

Junto a Alyssa acordamos un menú: de entrada unos crostini de ricotta, confit de tomate y albahaca; una ensalada de lechugas a la parrilla con pimientos, pepinos y tomate. La sección de la pasta estuvo compuesta por unos pappardelle caseros alla puttanesca, con las aceitunas ya incorporadas a la masa; cerramos con unas costillitas de res con papas y vainitas al horno, así como unas magdalenas de chocolate de postre. Ella hizo toda la compra del supermercado –excepto por la bebida, que corrió por la casa– y, tras inspeccionar los aparatos que ya tenía en la casa, trajo consigo cuchillos y aparatos complementarios.  Coordinamos juntas la hora de llegada y la hora de servicio de cada plato y, para cuando estábamos haciendo sobremesa nos dimos cuenta de que ya la cocina estaba totalmente limpia.

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Este servicio –que también es casi una clase, porque quien gusta de cocinar puede aprender trucos y recetas– tuvo un costo de US$550 para 10 personas, incluyendo la compra de los ingredientes. Con una propina de US$100, el monto sube a US$65 dólares por cabeza, algo muy competitivo comparado con los restaurantes de la ciudad, pero que termina siendo una experiencia única e íntima que muy pocos restaurantes pueden replicar.

Fotos: Katingo Haché de Santelises