El regalo de un cantaor

Camino a la aldea de la Vírgen del Rocío, en España, Michèle Jiménez Vicens comprobó cómo un extraño se convierte en un hermano, gracias a un regalo inesperado

POR Michèle Jiménez Vicens

 

En 2014 mi padre recibió una invitación de su amigo Miguel Báez –mejor conocido en los círculos de la tauromaquia como el torero El Litri– de hacer el camino de la hermandad de Huelva. Esta es una peregrinación anual que inicia en distintos puntos de España y termina en el lugar que la leyenda de la aparición ancestral de la Virgen del Rocío designó para la construcción de su iglesia. Mi padre y yo, junto a nuestras respectivas parejas, nos animamos a adentrarnos en esta tradición onubense.

Tras el AVE de Madrid a Sevilla y una hora en vehículo, quedamos en el último punto que toca a pie la hermandad antes de llegar a la aldeíta del Rocío –la logística dicta que el recorrido se hace en varias jornadas, a pie, en carreta y a caballo–. Ese día, yo vestida con la indumentaria femenina típica de Andalucía, comenzamos la caminata de 30 kilómetros: así, entre picadera y jamoncito, cantos y bailes, nosotros en mi familia nos unimos a nuestra nueva familia, una hermandad que me bautizó con un nombre andaluz –entre tanta algarabía, lamentablemente no lo recuerdo– y que luego se hizo pequeña entre el millón de personas que descendimos sobre el pueblito.

Pero también recibí otro regalo memorable: en el camino, la proximidad crea lazos inesperados, y un cantaor que iba junto a nosotros poniéndole su voz al flamenco me regaló, de imprevisto, una concha con una placa dorada de la Virgen del Rocío y una cinta que lleva escrita las palabras «HERMANDAD DE HUELVA – CAMINO 2014». Hoy, ese recordatorio de qué tan linda es la experiencia de que un total extraño pase a ser, en apenas un día, amigo y hasta hermano, ocupa un lugar privilegiado en la coqueta de mi habitación.

MedallitaHuelva

Fotos: Cortesía de Michèle Jiménez Vicens