La cocina carioca de Rita Torres

Mientras convertía la harina de yuca, queso y huevos en unos pãos de queijo, la abogada y repostera Rita Torres nos daba recomendaciones de su Rio natal

Nuestra amiga Rita Torres nos prometió darnos una probada de los dulces y picaderas de su natal Brasil que prepara para bodas, cumpleaños y eventos corporativos. Desde hace 27 años le llama «hogar» a Santo Domingo, pero la energía contagiosa con la que anunció su llegada –«¡Traigo pão de queijo!», la sonrisa permanente con la que rememoraba sus aventuras de juventud y la emoción casi cantada con la que nos compartía sus destinos favoritos en su país traicionan claramente su origen: estábamos frente a una carioca de pura cepa de mandioca. En esta conversación, Rita comparte con nosotros sus recomendaciones sobre cuáles lugares visitar en su Rio de Janeiro, y cómo hacer el brigadeiro perfecto en tierra dominicana.

 

¿Cómo llegaste a parar en República Dominicana?
Al lado de la casa de mis padres, en Rio de Janeiro, se mudaron unos dominicanos que estudiaban arquitectura en una universidad carioca; después de un tiempo llegaron más dominicanos, para estudiar carreras como cirugía. Mi madre les tomó pena, al estar solitos, y los invitaba a compartir con nosotros. Ahí, comiendo juntos los domingos, comenzó a formarse una familia; yo hasta aprendí a entender el castellano. Yo en ese entonces todavía estaba en la secundaria, pero antes de entrar a la universidad tuve la oportunidad de hacer un viaje largo por varias ciudades del mundo; ahí visité a mis amigos en Santo Domingo, y en un tercer viaje al país conocí al santiaguero que hoy es mi esposo.

¿Cuál fue tu impresión de la ciudad en ese entonces?
¡Yo me encontraba en el paraíso! Pero ahí se notaba que yo era carioca: yo me quedé en casa de unos amigos en Gazcue, en un apartamento cerca del mar en la Hermanos Deligne. La familia no estaba en casa un día, y a la señora de servicio casi le da un ataque cuando ve que me pongo mi bikini tipo brasileño y que por costumbre carioca iba a salir caminando por la calle sin casi nada encima para ir a «bañarme en la playa». ¡En el Malecón! ¡Imagínate eso! Obvio: no me dejaron salir ese día. (Risas)

En Brasil el cuerpo es algo natural, y para el carioca es algo que nos sirve para llevarlo a la playa para broncearnos, porque para nosotros quien tiene la piel demasiado blanca es porque está enfermo. ¡Nos encanta broncearnos! Hay un concepto erróneo de que la gente cree que si una brasileña anda con poca ropa esto significa que es una mujer fácil: no porque usen poca ropa significa que le guste que le estén cayendo atrás y hablando tonterías. No, para nosotros es una expresión cultural, no algo malintencionado.

¿Tipo lo que sucede durante el Carnaval?
Durante el Carnaval hay una descontracción total. No vas a ver en la calle esas musas que se ven en la televisión, sino todo tipo de gente: nadie tiene vergüenza de celulitis, ni de barriga… ¡el problema es de quien lo ve y no le gusta! La gente goza. Es una experiencia única, una sensación de libertad total: te das cuenta de que eres libre. El mejor carnaval de Rio de Janeiro está en el centro de la ciudad, porque salen los blocos –bandas de música arriba de un carro que fácilmente juntan a seis mil personas cantando y bailando, y les recomiendo buscar al Cordão da Bola Preta–, y los toques de la Banda de Ipanema terminan con todo el público acalorado tirándose a la playa, porque en febrero hace un calor infernal. Es una cosa ÚNICA; no hay un extranjero que se quede sentado.

Yo tengo muchos recuerdos del Carnaval: con mis amigas de infancia llevábamos a los hermanitos al baile infantil de cuatro a ocho y media de la tarde; a las nueve dormíamos un poco, para ir al baile de medianoche que terminaba a las cuatro de la mañana en la playa. De ahí salíamos a una panadería, porque sabíamos que a las cinco sacaban el pan recién horneado; luego nos tirábamos a dormir tres horas, porque en la mañana teníamos que volver a la playa otra vez para estar quemadas por el sol. ¡Benditos los 20 años! (Risas)

Y en el Rio de 2015, ¿cuáles son los mejores lugares para disfrutar de la noche carioca, haya Carnaval o no?
Mi mayor recomendación es la de la primera impresión: hay que llegar por el aeropuerto Santos Dumont, no por el internacional. De ahí, salen en carro y para llegar a la ciudad van a tener que ver el Pão de Açúcar y la Bahía de Guanabara, y se van a enamorar de la ciudad a primera vista. 

Rio tiene una cantidad de obras de teatro excepcionales, y el Teatro da Lagoa y el Teatro do Leblon son edificios que tiene cada uno 10 salas diferentes dentro. Cuando sales de ahí, puedes toparte con gente sentada compartiendo en la Casa da Cachaça, donde preparan de las mejores caipirinhas de la ciudad.

También les invitaría a explorar la ciudad desde su centro histórico: buscaría la historia de las iglesias reales que están ahí, como la Nossa Senhora do Carmo. Ahí, en esa zona, comenzó la ciudad imperial de Rio de Janeiro. El monasterio de São Bento tiene una iglesia barroca espectacular, con una misa donde cantan los monjes que es para sacar lágrimas.

Encuentro que el turista pasa mucho tiempo en la zona sur y se pierde de la experiencia de salir un viernes a ver la gente salir de las oficinas y sentarse en bares. Es lindo cruzar la Bahía de Guanabara en barco y descubrir a en la capilla de la Fortaleza de Santa Cruz da Barra a una Santa Bárbara inmensa, hecha en madera, que nunca pudo ser sacada de ahí porque cada vez que los portugueses lo intentaban caía un aguacero. Se puede subir el Pão de Açucar en rappel, tomar un paseo de barco saliendo de la Marina da Glória y llegar a las Islas Cagarras, para ver toda la belleza de la ciudad desde un mar limpio y puro. También pueden visitar el jardín de Burle Marx, el paisajista brasileño por excelencia del siglo XX.

Si tienen tiempo pueden cruzar a Niterói; también pueden visitar Petrópolis, Paraty, Teresópolis o Angra dos Reis, o subir la sierra.

Pero si tienen el tiempo contado y solo pueden estar en la ciudad, pueden ir a Barra da Tijuca, una franja del mar que queda fuera de la zona sur, o subir en bondinho al precioso vecindario de Santa Teresa y desde ahí disfrutar de una vista preciosa del Cristo Redentor, o pasar la medianoche en Lapa, donde hay samba en vivo de noche en sus restaurantes, y también en la Praça Mauá, cerca de la Bahía de Guanabara. En todos los bares de Copacabana ahora mismo tienen gente tocando bossa nova. Yo siempre alquilo un apartamento ahí en Copacabana, porque Ipanema me parece un poco aburrida; así puedo salir todos los días y caminar directo a la playa, que para mí es muy importante. Yo aconsejo desayunar ahí con un agua de coco fresquita, con la mejor vista que puedas imaginarte. También pueden probar los dulces de fruta: el de lechoza cristalizado con coco en almíbar, en forma de roseta, es espectacular, igual que el dulce de auyama.

Hablando de dulces, ¿cómo comenzaste a hacer brigadeiros para fiestas en RD?
Hace unos años, la hija de una amiga se casaba, y estaba preocupada porque los dulces que tenía a disposición venían en porciones que le parecían muy grandes, un poco grotescas. Yo le dije: «Despreocúpate, que yo te regalo 500 dulcitos brasileños». Desde ese momento, sin yo tener cuentas en redes sociales o una tienda física, no han parado los pedidos, porque a la gente le gusta ver esas porciones delicadas. Cuando me contactan, no me hacen encargos de dulces tradicionales, sino que me piden lo que ellos llaman «dulces exóticos»: desde bombones de uva y besitos de coco, hasta ojos de suegra y brigadeiros.

Creo que igual que no hay un dominicano que no sepa hacer mangú, no hay un brasileño que no sepa hacer brigadeiro. Tenemos un refrán que dice que si el mundo fuese justo, el brigadeiro no tuviese calorías. Ahora, yo he encontrado la forma de replicarlo aquí: la consistencia de la leche condensada que se consigue en RD no es la misma que la de Brasil, porque la que hay localmente se cristaliza demasiado rápido o se azucara fácilmente. Por eso, para hacer el brigadeiro perfecto en suelo dominicano, mi recomendación es utilizar leche condensada estadounidense.

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¿Y este pão de queijo que estás horneando para nosotros hoy?
¿Sabías que es libre de gluten, y por eso gusta mucho más hoy en día? Se hace de harina de yuca o mandioca, y se le coloca queso mineiro dentro –este pan es originario del estado de Minas Gerais–. Como aquí se hace difícil conseguir ese queso, hago una variación con picantino, y a veces parmesano o manchego. A mis amigos dominicanos les encanta, y me piden pão de queijo cada vez que van a mi casa.

¿Es todavía cierto eso de que los paulistanos trabajan para que el carioca se divierta?
Es un cliché, sí, que dice que la gente de São Paulo solo trabaja y produce dinero, y que nosotros los de Rio de Janeiro solo disfrutamos. Yo creo que la realidad es que nosotros trabajamos igual, pero nos divertimos más. ¡Es la envidia! (Risas)

Fotos: Equipo ALKASA-196

Un comentario

  • Todo suena y luce delicioso.
    Cómo podría uno ponerse en contacto con ella?? X favor

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