Un laberinto escondido en Venecia

Fuera del ajetreo de la isla de Venecia, en un pedacito de tierra casi frente a la Plaza San Marcos, hay un espacio verde para descansar la vista y tomar aliento

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POR: Rab Messina

La laguna veneciana es uno de los puntos turísticos más visitados del mundo. En teoría esto se oye fantástico, pero en la práctica el espacio puede sentirse limitado, sobre todo cuando se calcula que la zona de San Marcos en la isla principal puede recibir hasta 40 mil visitantes por día.

Por eso, para quien esté de visita y necesite tomar un respiro, a un par de minutos de la Plaza hay un pequeño espacio verde para reposar con total tranquilidad: el Laberinto de Borges.

El escritor argentino estaba obsesionado con ese elemento desde la infancia, cuando se pasaba horas inspeccionando una imagen del Laberinto de Creta en un libro sobre las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. De adulto, en cuentos como La casa de Asterión hizo referencia al minotauro, a Teseo y a Ariadna, los personajes mitológicos asociados al acertijo físico.

Por eso, para conmemorar el 25 aniversario de su muerte en 2011, la Fundación Cini en la isla S. Giorgio Maggiore inauguró un entresijo vegetal basado en un diseño de los trazos que componen la palabra BORGES. El Dédalo de esta “casa labrada para confundir a los hombres” fue el paisajista Randoll Coate, quien realizó una propuesta utilizando 3,200 árboles.

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Ojo: puede parecer pequeño, pero da para perderse. El diseño estuvo inspirado en el cuento El jardín de los senderos que se bifurcan, que habla de tiempos paralelos, y eso les puede decir mucho: si no van preparados con un hilo a lo Ariadna o lo recorren durante una visita guiada, van a sentir que el tiempo pasa muy, muy lento.

Si se animan, la única forma de llegar a la diminuta S. Giorgio Maggiore es por barco. Desde la estación de vaporetto San Zaccaria, la siguiente parada de la línea dos es directamente la islita, así que el recorrido toma menos de dos minutos. De ahí, solo basta seguir los letreros que llevan a Le Stanze del Vetro, un centro de exhibición especializado en obras de arte en vidrio. En vez de entrar a Le Stanze hacia la izquierda, lo ideal es seguir la línea de los cipreses hasta el final, y ahí, a la derecha, está la entrada al laberinto. Si quieren ver el diseño desde un punto de mucha ventaja, por tres euros pueden subir en ascensor al campanario de la iglesia cercana —la Chiesa di S. Giorgio Maggiore—, que se encuentra justo delante.

Ahora, si el tiempo no les da para llegar a la islita durante la visita, siempre les quedará la opción de visitar ese otro gran laberinto veneciano: las engañosas y traicioneras calles sin salida de la isla principal, que hacen que cualquiera sin un guía local o una conexión a Google Maps termine rogando por un minotauro que lo saque de su suplicio.

Fotos: Rab Messina y Fondazione Cini