Patinar sobre hielo en Nueva York

Según nuestra clienta Crystal Jiménez Vicens, el Wollman Rink es una máquina del tiempo: una sesión de patinaje sobre hielo la devolvió directo a su infancia

POR: Crystal Jiménez Vicens

 

Mi hermana Michèle y yo teníamos solo cinco días para disfrutar de un diciembre neoyorquino, y decidimos hacer algo muy, muy típico: patinar sobre hielo. Ya conocíamos a través de las películas y los programas de televisión la pista del Rockefeller Center, junto al enorme arbolito, y nos habíamos enterado de que el Hotel Standard tenía una pequeña pista preciosa, con todo y carrito de chocolate caliente. Sin embargo, nos fuimos por lo tradicional: decidimos tener una experiencia «I (corazoncito) NY» en el Wollman Rink del Parque Central.

Mi hermana, mis tíos y un amigo de la familia tomamos la entrada del Columbus Circle, y al poco tiempo dimos con la pista. Ahí, en la fila, la ansiedad iba aumentando con cada pasito: ¡Nosotras solo habíamos patinado sobre hielo dos veces, y de niñitas! Sin embargo, mi tío nos calmó: «Es como montar bicicleta… una vez se aprende, el cuerpo no lo olvida». Le hicimos caso, pero seguíamos con los nervios y anticipábamos los estrallones, y tras pagar por nuestra entrada y por los patines, finalmente nos vimos sobre nuestro posible creador de moretones. De poco a poco, agarradas a la rampa y entrelazadas de los codos como dos niñas, fuimos dando pasitos. Veíamos a muchos que parecían tener mayor habilidad que nosotras caerse estrepitosamente, pero seguimos intentándolo… y a los pocos minutos, la experiencia de infancia se apoderó de nosotras y estábamos dando vueltas sin preocupación, tomándonos fotos para Instagram y haciendo vídeos para Snapchat.

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Durante esos momentos volvimos todos a nuestra niñez, porque esa pista definitivamente es una máquina del tiempo. Aparte, también es un oasis: la vista desde el Parque Central de noche, con la ciudad iluminada alrededor, nos dejó sin palabras. Ahora que lo pienso, también el estar patinando durante 45 minutos nos dejó literalmente sin aliento, y con unas ganas enormes de salir por el Upper East Side a cenar. Así, al quitarnos los patines para caminar hacia el restaurante Match 65 nos dimos cuenta de dos cosas: esa había sido una experiencia 200 por ciento neoyorquina… y contrario a todos los vaticinios, ¡no nos habíamos dado ni un estrallón!

Fotos: Cortesía de Crystal Jiménez Vicens