El Peninsula: Una joya de Hong Kong

Nuestra asesora Katherine Rodríguez estuvo recientemente en el puerto fragante de Asia, y quedó fascinada con las facilidades y las atenciones del mítico Hotel Peninsula

Por: Katherine Rodríguez

El vuelo desde Nueva York a Hong Kong con la aerolínea Cathay Pacific me malacostumbró: había escuchado de la mítica cultura de servicio de los asiáticos, pero vivirla en carne propia me dejó embelesada. Quedé anonadada con la gentileza y la atención a los detalles de las azafatas políglotas, que parecían todas salidas de un catálogo de una agencia de modelos y se deslizaban sobre el pasillo del avión de forma casi imperceptible. Aparte, me volví loca con la variedad del menú —sigo enamorada de unos fideos que probé ahí— y la pulcritud de la aeronave. Llegué al aeropuerto y pensé que había aterrizado en el año 2050, de lo increíble que estaba su estructura. Ahí comencé a pensar que lo había visto todo.

Pero llegué a mi alojamiento en la ciudad, el muy aplaudido Hotel Peninsula, y ahí Hong Kong me sorprendió de nuevo: imagínense llegar a un hotel y recibir un saludo esmerado de parte de todo el equipo de botones. De ahí, partes a la habitación con tu propio conserje, quien se esfuerza por explicar todos los detalles del hotel, así como el funcionamiento teléfono de donde salen llamadas internacionales —todas gratuitas—, así como de la tableta que hace de control del aire acondicionado y las ventanas, control de televisión, ¡control de todo!

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Esta es una de las contradicciones más agradables del Peninsula: este establecimiento creado en 1928 conserva todavía todos los elementos arquitectónicos y decorativos de la época colonial, tiene una flotilla de Rolls Royces disponible para los huéspedes y convoca a una concurrida sesión de té todos los días entre las 2:00 y las 6:00 p.m. Sin embargo, esa visión tradicional contrasta con todas las facilidades tecnológicas —como la tableta mágica de mi habitación—y con la apertura al mundo que tiene el hotel —para muestra está el buffet de desayuno, que incluye desde los fideos que tanto me gustaron hasta una selección impresionante de las maravillas de la cocina occidental—.

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Y cuando pensaba que el hotel no tenía cómo superarse, cada tarde volvían a sorprenderme: al volver a mi habitación luego de un recorrido por la ciudad, encontraba un detalle diferente, desde una figura de un botones hecha en chocolate hasta un portatarjetas en piel, todo exquisitamente envuelto.

Por eso, si alguno de ustedes tiene pensado viajar a Hong Kong próximamente, llámenme o visítenme en la sucursal de Viajes Alkasa de Plaza Haché. Con gusto puedo recomendarles algunos lugares para conocer en la ciudad… pero sobre todo, invitarles a disfrutar en persona de las maravillas del Peninsula Hong Kong.

Fotos: Modiator y Peninsula Hong Kong