En el Teatro-Museo Dalí en Cataluña

Durante un recorrido por España, nuestra presidenta decidió visitar el lugar de reposo de uno de los más aplaudidos representantes del surrealismo

POR: Katingo Haché de Santelises

Una de las canciones de la agrupación española Mecano le pide a Salvador Dalí que, “si te reencarnas en cosa, hazlo en lápiz o en pincel —y Gala de piel sedosa, que lo haga en lienzo o en papel—.”

Uno puede conocer la obra de Dalí y haberlo visto siendo muy él en vídeos de archivo, pero visitar el Teatro-Museo que él mismo diseñó en Figueres, en Cataluña, ayuda mucho para entender por qué la banda le hace una solicitud tan precisa al artista.

En pocas palabras: es un lugar espectacular. Estuve allá con mi marido y un grupo de amigos, y contratamos un guía para que nos adentrara en el mundo y nos contara los detalles detrás de cada pieza en exhibición —hay más de 90 del artista en la colección permanente—.

En la exposición temporal Esteoroscopías, que sigue abierta hasta finales de este año, pudimos apreciar la tridimensionalidad de sus propuestas, usando la profundidad para esconder dos imágenes planas. Ahí, por ejemplo, vimos que una imagen de Abraham Lincoln escondía en realidad una referencia a Gala, su esposa. ¿Y saben qué nos dijo el guía? Una de las mejores formas de apreciar los experimentos ópticos detrás de las piezas de esa exposición es con los celulares —imagínense eso, un museo donde no solo está permitido tomar fotos con celulares, sino que es parte de la experiencia—.

Pero fuera de esa apreciación por sus piezas, hay algo importante: ese es el lugar que él mismo escogió para reposar tras su muerte. Dalí le compró a Gala un castillo en Girona —el Castillo de Púbol, que también está abierto para visitas— e intentó habitarlo tras la muerte de su mujer, pero dicen que su presencia ahí le ponía melancólico. Por eso, sus amigos lo ayudaron a trasladarse a su casa en lo que hoy es el Teatro-Museo, para pasar ahí sus últimos días. En la exposición temporal Variantes, una serie de retratos que le hizo el fotógrafo Philippe Halsman, confirma uno que, de verdad, Dalí no era de este mundo. Ahí, dentro de esa llamativa edificación, uno verdaderamente entiende que era una persona especial. O, como dice la misma canción de Mecano, no se sabe “dónde acaba el genio y dónde empieza el loco.”

Fotos: Museo Dalí y Katingo Haché de Santelises