En la zona contigua al escaparate con tartas de jamón y queso, de puerro ancho y de ropa vieja, de hojaldres y alfajores, hay que fijarse bien, pero a la derecha está una foto del Estadio Centenario de Montevideo, y a la izquierda, un afiche de una Playa Pocitos de principios del siglo XX; en el centro, una fusta y un rebenque, instrumentos rústicos usados antiguamente para manejar los caballos, y un juego de boleadoras empleadas por los indígenas charrúas para cazar ñandúes. Entre la pasión futbolística, la vocación turística y el dominio agropecuario, la distribución de los sutiles elementos decorativos de La Uruguaya, la tartería de Laura Lateulade en Santo Domingo, habla perfectamente de algo más grande: del patriotismo innegable de sus compatriotas, defensores orgullosos de su pequeña república oriental, un fervor que a la vez se ve envuelto en una modestia innegable.
Nuestra embajadora de turno vino al país desde la rural Tacuarembó, donde pasó 18 años en un poblado de apenas 100 habitantes. Conoció a Dominicana por causa de los vaivenes de su familia diplomática, y una vez convirtió al Caribe en su hogar y la nostalgia inevitablemente se adueñó de ella, recordó a su tierra natal a través del horno, creando tartas tradicionalmente uruguayas, pero tropicalizadas. Hace un par de años, tras experimentos en el Bar de Casa de Teatro, abrió su propia tartería, y desde entonces, junto a la pequeña oleada de tenedor y cuchillo que ha cruzado el Ecuador –desde Henry Horne y Nicolás Frigerio en Mila y Nipau, respectivamente, hasta el Renovales que firma los platos de SBG–, ha puesto a su país en el mapa gastronómico local.
Ahora, fuera de la comida, ¿qué puede conocer un dominicano sobre Uruguay sin dejar los 48,442 kilómetros cuadrados? Gracias a Laura, mucho: desde el espíritu guerrillero hasta la fortaleza agropecuaria, pasando por Suárez, Cavani y el sistema político que creó a alguien como Mujica.
POR: Rab Messina
Si te fijas, Uruguay no tiene mucho poder duro, sino blando: embajadores culturales como Drexler, Mujica, Benedetti, Galeano, Forlán, Cavani…
¡Y Suárez! Pero no lo entienden a Suárez: cuando uno es nene, siempre hay uno que enchincha y otro a quien le echan la culpa, porque es temperamental. Ese último es Suárez… pero el que no conoce la idiosincrasia uruguaya no puede acusarlo. La estrategia en el Mundial pasado era molestarlo para lograr que lo sacaran del partido, porque es buen jugador. Es un muchacho buenísimo a quien admiro, porque salió del interior y es el mejor jugador que ha tenido Uruguay, más que Cavani y Forlán. ¡Es todo pasión! No se ha olvidado de dónde viene, y eso es lo que caracteriza al uruguayo: no te olvidás de dónde venís; no te olvidás de dónde sos. Ellos tres han permanecido humildes y accesibles, con el honor de representar a su país… para el uruguayo, tanto político como deportista, hasta como yo, cocinera, es un orgullo ser uruguayo, y así te educan. Desde que naces, el no poner mal a tu país es una prioridad. Hay excepciones, pero la mayoría es patriota hasta la muerte, como dice nuestro himno: «Orientales, la patria o la tumba / Libertad o con gloria morir / Es el voto que el alma pronuncia/ Y que heroicos sabemos cumplir».
Esa es la contradicción uruguaya: un país tan pacífico que lleva en sus venas sangre charrúa. Ustedes son como abejas obreras: tranquilas y trabajadoras hasta que se les provoca, y entonces atacan.
Los charrúas eran guerrilleros, los indígenas más violentos de la región, y por eso los exterminaron. Ahora nosotros llevamos esa sangre charrúa, y somos orgullosos de tenerla. Hasta la independencia de Uruguay fue muy aguerrida, con 33 hombres que cruzaron el Río de La Plata para llegar a Buenos Aires, invadiendo y diciendo: «Somos un país independiente».
Pero a la vez, el uruguayo es muy modesto: cuanto menos te des cuenta, mejor. El porteño de Argentina grita su origen a los cuatro vientos, pero nosotros somos más tranquilos, casi como el argentino de provincia.
Me encanta el canal de YouTube Tiranos Temblad, y pienso que es un programa que puede hacerse en pocos países: ¿Quién más tendría esa modestia e invisibilidad que le permite decir constantemente «Uruguay es el mejor país» sin ofender a nadie?
¡Totalmente! Para ejemplo: mi papá fue diputado y vino a RD como embajador político –en Uruguay, a los embajadores políticos los escoge el país a través de sus senadores y diputados–. Representar al Uruguay en el extranjero es el orgullo más grande que te puede tocar en tu vida. Por eso, cuando el pueblo te vota, te debés a ellos, a tus empleadores, como debería ser el ideal… ¡pero en Uruguay es así! Nada se hace sin licitación, no importa quién seas. Mi cuñado es senador, y nunca lo vas a ver en un carro oficial: allá no te pagan la gasolina, sino que te pagan un sueldo por tu trabajo, y con eso vos tenés que vivir, y punto. Claro, Uruguay también tiene sus defectos, pero una de sus fortalezas es esa: nos educan desde pequeños para proteger y respetar nuestro país.
Somos tan patriotas que en el supermercado, donde venden productos importados y nacionales, el 90 por ciento no compra nada que sea importado. Tenemos buenísimas praderas que producen excelentes arroces, vegetales, lácteos y carnes –hay siete vacas y nueve ovejas por persona–. Es un país totalmente natural.
¿Las tartas que sirves son netamente uruguayas?
Nosotros tenemos muchas influencias europeas, dada la enorme inmigración que se dio hacia 1890: de ahí que nuestra alimentación esté basada en carnes, pastas y derivados de la harina, incluyendo lo que en Argentina llaman facturas y claro, las tartas. Allá se hacen tradicionalmente con masa hojaldrada, pero aquí el clima lo complica –por eso duré tres años perfeccionando una versión tropicalizada hasta dar con una «masa guerrera» que se adapte al calor local–.
Aparte, el dominicano es muy exigente en su paladar, y dada la cantidad de restaurantes internacionales que tenemos acá, es mucho más abierto que el uruguayo en cuanto a la experimentación gastronómica –se es más cerrado por un tema de tradición–. Por eso tengo las tartas clásicas, de jamón y queso, pollo y puerro ancho, pero también algo diferente, como la de queso de cabra con cebolla caramelizada, de ropa vieja –y esa última es una de las más exitosas, porque gusta mucho al paladar dominicano–. Obviamente que, al tener un giro en la masa y los rellenos, no son las tartas típicas uruguayas, ya que el dominicano es aventurero con los sabores. Sin embargo, conceptualmente, y por el hecho de que todos sus ingredientes son de origen natural, sin conservantes, sigue siendo una tarta uruguaya.
Aparte de crear tartas y tener una receta personal de dulce de leche, ¿cómo lidias con la nostalgia por la tierra?
Cuando estoy en Uruguay, a los 20 días ya quiero volver. ¡Me hace falta mi Caribe! Acá yo aprendí a ser más feliz, porque el uruguayo se preocupa mucho, es nostálgico, filosófico. A nosotros nos dan una educación laica, y muchas veces no tenemos fe; al no tener fe, entonces siento que te falta una esencia para ver tu futuro de una forma y aceptar las cosas. El dominicano tiene una gran alegría y una forma sana de aceptar los problemas; yo aprendí a tener fe en este país. Quizá este país pudo estar mil veces peor de lo que está, pero Dios lo eligió: ¡Por algo fue el primer país descubierto en América! Aunque cada día las circunstancias compliquen más las cosas, el dominicano es bendecido, es bueno, es sencillo, compasivo. ¡De corazón que sí!
La Uruguaya Tartería está ubicada en la Calle Bienvenido García Gautier No. 22, en Viejo Arroyo Hondo.
Fotos: Cortesía de La Uruguaya
Estupenda charrua emprendedora, con garra amplia consiliadora, unificadora de culturas, respetando autonomías con gran espíritu de libertad Bs prima querida