Por: Alejandro Santelises Haché
Mis amigos y yo estábamos de visita en Buenos Aires, y casi cayendo el sol planificamos ir a conocer en persona el obelisco de Corrientes con 9 de Julio, para luego pasar al Teatro Colón cercano, a hacer una visita guiada de 50 minutos.
Los planes no se nos dieron del todo. Si bien pudimos ver el Obelisco —67.5 metros de alto— y comprobar que la avenida 9 de Julio es colosal —140 metros de ancho, lo cual la convierte en la autovía más ancha del mundo—, no llegamos a tiempo para agarrar el último circuito del Colón —28 metros de altura, algo que va a tener sentido en la próxima oración—. Popularmente considerado uno de los cinco mejores teatros del mundo en materia de acústica, en los siete niveles de su sala principal, distribuida entre esos 28 metros, no es necesario utilizar micrófonos. Eso pude comprobarlo cuando, en medio de la decepción de no poder entrar a la visita guiada, un empleado del teatro se nos acercó y nos dio una opción casi mejor: ese día 20 músicos recién graduados de la Orquesta Académica se unirían por primera vez a sus nuevos compañeros de trabajo, los veteranos de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, para tocar tres piezas de frente al público. Como si fuera poco, la sesión era además gratuita.
El concierto iniciaba a las seis de la tarde, así que desde nuestro balcón a la francesa en el tercer piso tuvimos tiempo para admirar la sala principal del Colón. Inaugurado en 1908, el teatro combina el neorrenacentismo italiano con el barroco francés, todo dorado, escarlata, bronce y marfil, con una platea de 632 butacas de hierro forjado y madera, con asientos en pana. La reina de la sala es la cúpula, funcional —para la reverberación de las voces en la ópera— pero también accesoria —cubierta por 16 lienzos inspirados en la Ópera de París que trabajó el artista plástico local Raúl Soldi en cuatro meses hacia 1966—.
Mozart compuso el Concierto para Piano No. 10 para que su hermana María Ana pudiera tocarlo al unísono junto a él en un segundo piano. Tras tocar una composición modernista como apertura, esta fue la segunda obra de la tanda, interpretada por dos veteranos dado su nivel de complejidad. El cuerpo completo entonces cerró con una rendición de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Se puede escuchar cada una de estas piezas pregrabadas en cualquier aparato, pero escucharlas ver a los músicos y sus instrumentos unidos en un escenario como el Colón convirtió esta sesión en una experiencia inigualable.
Entre tomar la visita guiada y vivir la música en persona… Creo que definitivamente agradecemos la suerte de haber llegado tarde a la primera para poder disfrutar de la segunda.
Fotos: Alejandro Santelises Haché y Aldo Sessa