POR: Katingo Haché de Santelises
A veces, cuando se cuenta con poco tiempo para conocer una ciudad, lo mejor es escoger un hospedaje en una ubicación céntrica, con facilidades de alimentación y un buen servicio de conserjería. En el caso de Budapest, el hotel Four Seasons Gresham Palace ubicado a poco pasos del Danubio, con vistas al mítico Puente de las Cadenas, a Buda y a la Basílica de San Esteban, es una de las mejores opciones.
Estuve hospedada ahí en un viaje reciente a Hungría, y definitivamente fue la elección correcta: la ciudad tiene una energía joven, con mucho hormigueo social y es muy caminable, y ese punto en particular es el epicentro de una serie de cafecitos, restaurantes y bares de mucho movimiento.
Pero el hotel mismo tiene su encanto: el antiguo Palacio Gresham es una joya del Art Nouveau que fue restaurada a su esplendor original tras varios años en desuso. En su primera iteración, en 1827, fue un palacio llamado Nákó House; en 1880 fue la sede de la Gresham Life Assurance Company; durante la Segunda Guerra Mundial fue usada como cuartel por los rusos, y lo que quedó de él fue usado como edificio de apartamentos posteriormente. El resultado de esa restauración, después de una inversión de US$110 millones, fue revelado en 2004: desde entonces le esperan al huésped un suelo de dos millones de mosaicos, un ascensor en hierro forjado, ventanas con vitrales y amenidades contemporáneas como WiFi por doquier y un gimnasio, así como un bar interno donde se realizan tardes de té.
¿Otra amenidad contemporánea? Se puede solicitar todo, desde un servicio de lavandería hasta comida a la habitación, a través de la app del hotel. Lo que no cambia la tecnología, sin embargo, es el servicio personalizado de conserjería que proveen, donde se pueden obtener desde recomendaciones de lugares hasta compra de boletos.
Al igual que la ciudad donde está ubicado, el Four Seasons Gresham Palace es una combinación de lo antiguo y lo nuevo que vale la pena conocer.
Fotos: Four Seasons Gresham Palace