En teoría, Ámsterdam es una ciudad donde hay mucha más diversión para adultos, en todos sus espectros, que para niños. Sin embargo, la ciudad cuenta en su centro con uno de los centros de enseñanza lúdica mejor dotados de Europa occidental: el NEMO Science Museum.
Si han visitado la capital holandesa, seguramente lo han visto: es esa estructura enorme de cobre verde en forma de proa de barco –gracias, Renzo Piano–, ubicada hacia el este del centro de la ciudad. Seguramente la han visto cerca de la estación Amsterdam Centraal, que queda a unos pasos, o desde el Eye Museum que queda casi al frente, separados por el agua.
Ahí dentro, el lema es «prohibido no tocar» –ya podrán imaginarse que, si tienen niños entre tres y 12 años, el NEMO es el paraíso–. Lo primero que deben hacer al entrar es mentalizarse y, como adultos, prepararse a ser abatidos por una legión incontrolable de gente chiquita corriendo sin ley –resígnense al hecho de que son cinco, seis pisos para ellos, y no para ustedes–. En el primer piso, que comprende el espacio llamado Technium, la atracción principal es una nueva exhibición interactiva llamada The Machine, donde los niños utilizan sus habilidades psicomotrices con pelotas coloridas para comprender cómo funciona la industria del transporte marítimo –como Rotterdam es el mayor puerto de Europa, los holandeses tienen base para hablar–, y por qué suplidores como Amazon pueden hacer que un paquete llegue de un día para otro a un hogar. También en Technium los niños pueden aprender cómo procesar y purificar el agua para consumo humano, gracias a la exhibición interactiva Water World, y en Energize pueden aprender cómo convertir el aire, el sol y el agua en energía –en un país donde los trenes corren exclusivamente en base a energía eólica, es una lección importante–. Si notan un patrón aquí, tienen razón: en NEMO los niños no aprenden sobre ciencia abstracta, sino sobre las innovaciones científicas que les impactan en su día a día.
Según van aumentando los pisos, así también aumentan las edades meta de las exhibiciones: por ejemplo, en el piso Humania van a ver una exhibición llamada Teen Facts, donde los visitantes en medio de la pubertad pueden aprender cuáles cambios hormonales sufren sus cuerpos para convertirlos en entes sexuales –esto es Ámsterdam, después de todo, y uno de los montajes interactivos les permite probar su creatividad con el beso francés… pero no de forma literal, sino usando sus manos con títeres en forma de lenguas–. A pocos pasos hay un laboratorio a escala chiquita, donde los niños andan con batitas blancas inventando con vinagre y bicarbonato de sodio –quien no hizo un volcán con estos dos ingredientes de chiquito, no tuvo infancia–. Y para explorar el lado psicológico del ser humano, en otra de las exhibiciones pueden aprender sobre el Apartheid que penosamente instauraron los descendientes holandeses en Sudáfrica.
Si siguen subiendo, en la azotea le espera un premio tanto a los niños como para los adultos: para los primeros está la exhibición Energetica, con elementos gigantes que los chiquitos deben accionar manualmente para entender mejor cómo se captura la energía sostenible de los elementos naturales; para los segundos, ya que el NEMO está rodeado por agua, está una aventajada vista de la ciudad, un regalo de Piano gracias a su diseño de una plaza con asientos, esculturas y espacios para descansar con la familia.
Fotos: DigiDaan para el NEMO Science Museum