POR: Katingo Haché de Santelises
Ya lo he comprobado: cuando se está fuera de su ambiente natural, una se atreve a hacer cosas que no haría en su propia ciudad –por eso es tan cierta esa frase que dice que viajar es una buena forma de crecer como persona–. En mi caso, quienes me conocen saben que siempre soy cuidadosa con las combinaciones de mi ropa y mis accesorios, tratando de no llevar nada fuera de lugar. Sin embargo, en un viaje reciente con un grupo de amigas, dejé esa costumbre a un lado.
Viajar con amigas desestresa a cualquiera. Este grupo surge de los viajes de negocio que hacían nuestros respectivos esposos a Nueva York, y ahí orgánicamente se formó un grupito de mujeres, de diferentes edades, que quedábamos para almorzar o ir a un museo o tomar una caminata juntas. Gracias a esa linda amistad que surgió, esta vez decidimos prescindir de la excusa de los viajes de negocio y organizar uno totalmente entre nosotras, en una ciudad que se presta para ser descubierta y redescubierta: París.
Teníamos un itinerario bien planificado, pero como siempre, hay que dejar espacio para lo inesperado en los viajes: el día que llegamos estaba lloviendo y hacía frío, y ninguna estaba preparada para ese clima. Nos reunimos en casa de nuestra anfitriona, la embajadora dominicana, y ahí vimos que tenía casi una colección de sombreros en distintos tonos de rojo y rosa. Ella está acostumbrada a usarlos, pero nosotros en República Dominicana no tenemos esa costumbre, así que era algo totalmente nuevo para todas –yo, por ejemplo, nunca me pongo sombrero–. Pero todas nos atrevimos a salir de nuestra zona de confort con ese pequeño detalle, y el resto del viaje anduvimos por las calles de París contentas y felices con nuestros sombreritos, como si fuésemos Madeline y sus amiguitas, pero con sombreritos rojos en vez de amarillos.
Definitivamente: viajar, y más aun viajar entre amigas, es un buen plan para expandir la zona de confort. Lo compruebo cada vez que vuelvo a ver las fotos con nuestros sombreritos puestos.
Fotos: Katingo Haché de Santelises