POR: Michèle Jiménez Vicens
Cuando nos decidimos por Australia y Nueva Zelanda para nuestra luna de miel, mi esposo Carlos y yo teníamos varios requisitos para este último destino: a ambos nos encanta el turismo de naturaleza y de aventura, así que queríamos experiencias relacionadas; aparte, ambos somos amantes del vino, y queríamos degustar la producción neozelandesa.
En Viajes Alkasa, nuestra asesora Miguelina Pérez nos incluyó tres experiencias que podíamos realizar desde nuestra base en Queenstown. Nueva Zelanda está compuesta por dos grandes islas —la del Norte y la del Sur— y unas 600 islas más pequeñas alrededor. Queenstown está ubicado en la parte inferior de la Isla Sur, en la región turística de Otago — cuando digo “turística”, me refiero a que tiene más de 200 actividades de turismo de aventura en su territorio, desde ciclismo de montaña hasta piragüismo en aguas bravas—.
Desde ahí vivimos tres experiencias que, definitivamente, son de las más memorables que he tenido como viajera.
[1] EL FUNYAK
El valle del río Dart fue una de las locaciones de filmación para unas películas que ya son inseparables de la geografía del país: el valle hizo de Lothlorien en El Señor de los Anillos, y albergó los montículos de la casa de Beorn en El Hobbit. Ahí se pueden ir imaginando la belleza visual de este lugar.
Nosotros decidimos subir el río en jetboat —un tipo de jet ski que solo necesita cuatro centímetros de agua para andar a toda velocidad— y bajar en kayak, o, como le llaman localmente, “funyak”. En esta pequeña embarcación inflable caben dos personas, y durante el recorrido de unas cinco horas entre áreas silvestres entra uno a una grieta entre las rocas, producida por un terremoto.
Agradecemos la recomendación de nuestra asesora de Viajes Alkasa: nosotros queríamos conocer la geografía y la belleza natura de Nueva Zelanda desde dentro, y nos encantó estar en el agua en un trayecto que nos retó tanto como nos maravilló.
[2] PINOT NOIR
En este viaje comprobé que el pinot noir es mi variedad de uva favorita en materia de vino. Otago Central es una de las regiones donde crece en el país, y ahí hay viñedos que forman parte del boom de exportación enológica que se está dando actualmente.
A través de Viajes Alkasa reservamos con antelación una visita a tres viñedos, y nos sorprendimos al ver que fue una experiencia relativamente diferente a la que tuvimos hace unos meses en el Valle de Napa: es un país tan nuevo en el mercado que, fiel a su relajado espíritu kiwi, se dan el permiso de ser igual de relajados y experimentales en la producción enológica. Por ejemplo, yo tomé un vino blanco hecho de una uva pinot noir que normalmente es considerada para tinto. ¡Se dan mucha licencia para inventar!
Aprendimos que cada viñedo se adapta a las condiciones que tiene y a los retos que presentan su topografía y su clima: si estar rodeados de montañas hace que tengan tiempo sin brisa, recurren a los abanicos; cuando eso no es suficiente, usan hélices de helicópteros para que llegue el “viento”. Uno disfruta de una botella de vino neozelandés y no tiene ni idea de que han pasado por todo ese trabajo para producirla, con tanta precisión inducida de condiciones climáticas.
[3] EL MILFORD SOUND DESDE ARRIBA
Mi tía había ido a Nueva Zelanda y me recomendó, con mucha insistencia, que hiciera un recorrido por Milford Sound en helicóptero. Miguelina de Viajes Alkasa también nos insistió, así que, ojos cerrados, decidimos agregarlo.
Milford Sound es un fiordo de excesos: es, por su increíble belleza, uno de los lugares más visitados por los turistas en el país. Combina la belleza de picos de más de 1,300 metros de altura con la flora de un bosque húmedo y animales como focas y delfines en sus aguas. Pero también tiene otro exceso: pueden caer hasta 250 mm de agua en 24 horas, y eso lo hace uno de los lugares más húmedos del mundo.
¿En otras palabras? Reservamos nuestro paseo en helicóptero, pero había una posibilidad de 50/50 de que, debido a las lluvias, no pudiéramos hacer el recorrido.
Y sin embargo, tuvimos suerte: nuestro piloto nos dijo que el clima estaba de nuestro lado, y salimos desde Queenstown, sobrevolando los Alpes del Sur, las aguas glaciales de color azul turquesa, los picos nevados, y hasta aterrizar sobre un glaciar, porque fuimos a principios del otoño y todavía era posible hacerlo. Durante esa hora pude ver una de las cosas más impresionantes que he visto en mi vida. Es simplemente la perfección de la naturaleza en todo su esplendor.
Fotos: Michèle Jiménez Vicens