La ciudad de Nueva York no tiene solo cinco condados: es tan densa que nosotros pensamos que, en realidad, cada cuadra es un mundo, con parlantes de mandarín en una esquina y descendientes de polacos en la otra, con sus respectivos negocios y manifestaciones culturales según el perímetro. Pero, ¿qué queda por hacer para quien ya se conoce todo desde el Parque Lemon Creek de Staten Island hasta Kingsbridge, desde el aeropuerto JFK hasta el Lincoln Center? Los alrededores de la ciudad también ofrecen excusas para hacer turismo.
POR: Hiram Miguel Arnaud
Woodbury Common Premium Outlets
Quizá una visita al Woodbury Common Premium Outlets sea la opción más conocida por los amantes de las compras. Este colectivo de tiendas de descuento recibe autobuses y vehículos repletos de fanáticos de Oscar de la Renta, CH Carolina Herrera, Versace, Calvin Klein y Prada, quienes pasan horas buscando piezas de las casas de moda entre los 220 locales del conglomerado.
Storm King Art Center
¿Y qué tal combinar moda con arte? El Storm King Art Center, un museo al aire libre salpicado de esculturas a gran escala, queda en relativa cercanía a Woodbury Common. Se estima que el espacio tiene la mayor colección de esculturas exteriores contemporáneas en Estados Unidos, con firmas de artistas como Alexander Calder, Roy Lichtenstein e Isamu Noguchi. Con tanta fotogenia por doquier, nuestra recomendación es que estimulen un sentido más: vayan preparados con su espumante de preferencia, aperitivos y una sábana, para así terminar la jornada con un picnic que, créannos, tendrá todas las de ser inolvidable.
Culinary Institute of America en el Valle del Hudson
Hablando de comida, el Culinary Institute of America ofrece cursos de un día en sesiones sabatinas. En las Saturday Kitchens los visitantes pueden aprender sobre gastronomía regional –desde hindú hasta italiana–, técnicas de repostería y cocina para requerimientos alimenticios particulares –como, por ejemplo, comida apta para celíacos–. No desperdicien la oportunidad de almorzar o cenar en uno de los restaurantes internos del Instituto –nada, absolutamente nada que envidiar en cuanto a creatividad, ejecución y selección de ingredientes a los mejores establecimientos de Manhattan–.