De primera impresión, Sala de Despiece parece una carnicería muy, muy bien cuidada. Hay una mesa de polietileno blanco que corta el espacio en dos; las paredes están compuestas de cajas de porexpan, el material en el que regularmente llegan a los mercados las frutas, los vegetales y algunas viandas; en el fondo hay una colección de cuchillos y los camareros van vestidos con delantales blancos.
Es adrede: la idea es comunicar que, a pesar de ser un restaurante conceptual, los miembros del equipo se concentran mayormente en el origen noble y comprobado de los ingredientes, tal cual el carnicero de confianza que escoge los mejores cortes para sus clientes habituales.
Dos miembros de la familia Alkasa estuvieron por allá recientemente, siguiendo una recomendación de un amigo que reside en la capital española. Tras hacer una reservación con una semana de antelación, se aseguraron dos asientos en la mesa comunal —llamada oficialmente la Mesa de Despiece—. Ahí pidieron un carpaccio, unas gambas, un pulpo, una panceta con huevo y unos espárragos al horno, acompañados con las sugerencias de vino del equipo. “Es, verdaderamente, como una experiencia gastronómica”, nos comentaron.
Más allá de la comida , el buen servicio y la decoración ligada al concepto, lo más interesante del restaurante es la compañía. Al tratarse de una mesa compartida, este restaurante no convencional tiende a atraer a personas con gustos no convencionales —y ese, según pudieron comprobar nuestros dos informantes, es uno de los mejores ingredientes de la experiencia—.
Fotos: Cortesía de Alejandro Santelises y Angélica Grillo