POR: Miguel Arnaud
Uno se imagina que, durante el verano, Ibiza entra en un estado de fiesta continuo —imagínense, David Guetta se parquea durante 19 jueves seguidos en la discoteca Pacha con su ya legendaria serie llamada F*** Me, I’m Famous—.
Sin embargo, Ibiza tiene su lado tranquilo. En un viaje reciente pude ver que, más allá de lo que sucede cuando la música retumba, la isla se deja disfrutar también a volumen bajo.
Por ejemplo, mi lugar favorito de toda la visita fue un hotel restaurante llamado La Granja. El edificio principal, con detalles de arquitectura mora, tiene apenas seis habitaciones. El paisaje, en un paraje alejado del bullicio, da más Toscana que Ibiza. Uno de los propietarios es agrónomo y, utilizando los sembradíos en los terrenos de la propiedad, ofrece talleres de agricultura biodinámica —y de paso, clases de yoga—. Todo lo que se sirve en el restaurante, de hecho, viene de esa misma granja. Ahí pude probar una batata a la parrilla que estaba tan deliciosa que se dejaba comer sola… y eso, que las carnes que sirvieron estaban deliciosas.
Otro día, entre mis amigos y yo nos fuimos de pasadía a Formentera, la más pequeña de las Islas Baleares. Al haber alquilado un velero entre todos nosotros —éramos más de 30 personas en este viaje—, pudimos ir saltando de playa en playa… ¡A veces literalmente! Una buena parte de la experiencia es tirarse de la embarcación directamente al Mediterráneo, pues el agua es tranquila y cristalina. ¿Y lo mejor? Al ser un destino tan popular en verano, los restaurantes están espolvoreados por toda la costa, y después de la nadada, en la arena por lo general nos esperaba una paella, un ceviche o unas buenas botellas de rosé.
Así que, increíblemente, pasé dos de las jornadas más tranquilas y relajadas de un viaje de verano a España en la capital de la vida nocturna. ¿Ven? Ibiza no es solo fiesta.
Fotos: Cortesía de La Granja