De tapas por Barcelona

En un viaje reciente a la capital catalana, uno de nuestro clientes quería sentirse como un local, así que en vez de ir por un restaurante normal, decidió irse de tapas por la ciudad

POR: Maeno Gómez Casanova

En mis viajes anteriores a Barcelona había hecho lo típico de quien va a la ciudad por unos días: tener reservaciones súper planificadas en restaurantes, para no dejar nada al azar.

Esta vez, en mi más reciente visita, preferí hacer como los locales: irme de tapas con mis amigos, sin un horario fijo. Gracias a las impresionantes capacidades de investigación de mi compañera de viaje Michèle Jiménez Vicens —mejor conocida como la mitad de Luna Colada y también una asidua clienta de Viajes Alkasa—, dimos con un buen listado.

Así aprendí a aventurarme y pude vivir una noche de auténtico tapeo catalán, en bares donde uno come parado y literalmente se codea con todo el mundo. Y fue fantástico. Aquí les paso mis recomendaciones en caso de que anden por la zona y necesiten lugares para comenzar su ruta.

[1] BAR JAI-CA

Ubicado en La Barceloneta, este bar es toda una institución en la ciudad, pues está operando desde 1955. De hecho, el sitio es tan popular por su servicio y su menú de calidad sostenida, que tuvieron que abrir un segundo local, con la misma carta, al lado del original.

Ahora, la mejor embajadora del menú del Jai-Ca es una croqueta gordita y redondita, llamada La Bomba. Para ajustarse esa exquisitez no se vale comer como la gente normal, con mordidas comedidas, sino que hay que majarla con todo y salsa cual puré, sobre el platito donde viene, y así es que sabe bien el asunto.

[2] EL XAMPANYET

¿De dónde viene el nombre de este bar, ubicado en El Born? Bueno, del cava de manufactura propia que sirven… y que cuesta apenas €1.50 la copa. Imagínense toda la alegría que uno puede ingerir por 10 euros.

Ahí preparan las tapas delante de uno, entre tres empleados voceándose entre ellos. Me prometí que en este viaje iba a comer de todo, así que aprendí a comer anchoas —sin embargo, la calidad de las que probé aquí fue superior a la de muchos enlatados, y así pude comprobar que en Cataluña se puede comer muy bien con un presupuesto limitado—. Eso era inventar, comer y tirar la servilleta al suelo, como es la usanza local.

¿Y la cuenta? Entre esos mismos tres empleados gritándose entre sí con su sistema científico, uno de ellos sacaba la cuenta de lo ingerido en base a su memoria, en una hojita de papel. Nada de computadoras ni sistemas complejos. Como dicen las servilletas de El Xampanyet: “Quien tiene magia no necesita trucos”.

[3] NO ME ACUERDO

No Me Acuerdo no es el nombre del tercer bar que visité, sino que es que literalmente no me acuerdo de cómo se llamaba —e igual le pasa al grupo de amigos con el que estuve por allá—. Esa es la chulería de ir sin rumbo por la ciudad: uno se para donde el gentío dicte, sin mirar mucho letrero ni andar revisando críticas en el celular.

En este tercer lugar, aparte de comer tapas comí boca, porque al estar todo el mundo juntito como hermanitos uno se entera de que tal grupo está celebrando una despedida y se integra a la celebración como si fuera una gran familia. Normal, obvio.

Vámonos de abajo hacia arriba: lo segundo más importante es que, en ese lugar, después de unas 12 tapas, tuvieron que sacarme gateando. Lo primero más importante es que después de estas tres experiencias sentí que verdaderamente había conocido la noche catalana como la viven los locales. Por vivencias así, definitivamente vale la pena aventurarse, llevarse de los amigos y no acordarse del nombre de los sitios.

Fotos: Cortesía de Bar Jai-Ca y El Xampanyet