POR: Virgilio Martínez Jones
Si leyeron mi entrada sobre Hobbiton, el set del Señor de los Anillos, añadan esta recomendación de visita a su lista: después de pasar por el hogar de Frodo, hagan el intento de aprovechar el viaje para pasar una tarde en las aguas geotérmicas de Rotorua, a una hora de distancia.
En este valle volcánico hay géiseres, piscinas de lodo caliente y “jacuzzis” naturales de aguas termales a 35 grados —por eso, apropiadamente, ha recibido del apodo de “ciudad del azufre”—. Después de tantas excursiones por la Isla Norte de Nueva Zelanda y un día de ajetreo, nos merecíamos un descanso. Por eso, mi esposa y una pareja de amigos hicimos reservaciones en el Polynesian Spa, donde aparte de poder descansar en unas piscinas que dan hacia un lago espectacular, se pueden recibir masajes especializados.
La mayor parte de la población de Rotorua es maorí —dígase, indígena—, y ellos componen el 15 por ciento de la población del país. El 70 por ciento es blanca, y el resto son inmigrantes de la Polinesia y otras regiones asiáticas… y según pudimos comprobar, hay cada vez más latinoamericanos en el país —nosotros nos encontramos con mexicanos y colombianos que residen allá, felices de encontrar un lugar con tante gente amable y con tasas casi inexistentes de criminalidad—. ¿La otra gran población de Nueva Zelanda? El chiste es realidad: en el país hay 4.7 millones de personas, y por cada persona hay seis ovejas. No es una exageración.
Lo cierto es que con sus ovejas, sus Kiwis, sus volcanes, sus paisajes y su cultura, Nueva Zelanda es un destino fantástico para visitar: es casi como irse a otro planeta, a un lugar donde todo es azul y verde y tranquilo y limpio —en otras palabras, parece una imagen de fondo de pantalla de esas que utiliza Windows—. Lo tenía en mi lista de deseos desde hace un tiempo, y al haberlo conocido, casi que lamento haber ido: pude estar varios días en la Isla Norte, pero ya que conozco lo especial que es como país, sin importar lo lejos que queda, desde ya estoy planificando una visita a la Isla Sur.
Fotos: Virgilio Martínez Jones