POR: Gloritzell Contreras
La región metropolitana de Bangkok tiene 14 millones de habitantes, y en su ir y venir comercial, la gran presencia de multinacionales, el consumismo extremo y las luces de la ciudad, es fácil olvidar que Tailandia es un país culturalmente conservador.
Las normas sociales dictan que los pies son las partes más sucias del cuerpo, literal y figurativamente —de hecho, tocar a alguien con los pies amerita una disculpa—. La cabeza, por el contrario tiene por eso la más alta consideración espiritual —tocar la cabeza de alguien está mal visto, pues para ellos es el hogar del alma—. ¿Por qué me estoy enfocando en las partes del cuerpo? Porque me llamó la atención cuánto usan los tailandeses los brazos, las manos y las expresiones faciales en sus bailes tradicionales, contrario a otras partes del mundo, donde nos enfocamos en el rango de movimientos que podemos lograr con nuestras piernas y caderas —para mí, que bailé ballet y danza contemporánea de niña, fue especialmente impresionante—.
En un show celebrado en un anfiteatro del Parque de las Flores, mi esposo y yo pudimos presenciar una gala de estas danzas tradicionales. Desde los bailes hechos por las madres, los de las hijas, los de la pareja a punto de casarse, los realizados con palitos de bambú para saltar sobre ellos, todos tenían algo en común: nos dimos cuenta de que apenas con la flexibilidad armoniosa de las manos y los antebrazos, con las sonrisas y los ojos, es posible usar la creatividad para crear coreografías increíblemente deslumbrantes. ¿Qué dirían de esto el merengue y la salsa? (Risas)
Foto: Gloritzell Contreras