Tras reclutar al arquitecto holandés Rem Koolhaas para realizar los edificios del centro cultural Fondazione Prada, la diseñadora italiana Miuccia Prada le pidió al cineasta estadounidense Wes Anderson trabajar la conceptualización del cafecito contiguo al conglomerado milanés, llamado Bar Luce.
Anderson es conocido por su esmerada atención al detalle en la dirección artística de sus películas: desde los ambientes de la casa de los Tenenbaums hasta los complejos espacios del The Grand Budapest Hotel, el realizador ha creado universos que parecen salidos de un revoltillo entre lo retro, lo imposible y lo gracioso.
Estuvimos recientemente por allá para desayunar antes de pasar a la Fondazione, y al entrar, la primera impresión es que no hay duda de que se trataba de un ambiente Wes Anderson: hay granigliato di marmo rosa del piso, una tipografía cincuentera del logotipo en las servilletas, piezas en formica, filas de golosinas minuciosamente colocadas en la sección de dulcería, y al fondo, unas maquinitas de pinball que hacen referencia a la película The Life Aquatic y a Castello Cavalcanti, un cortometraje estilo Fórmula 1 que Anderson había hecho anteriormente para Prada. Aparte, la mitad superior de las paredes y el techo hacen referencia, con un papel tapiz en técnica de acuarela, al diseño de la ya mítica Galleria Vittorio Emmanuelle II que se encuentra en el centro de la ciudad.
El menú de desayuno, con panecillos dulces casi que salidos de la repostería Mendl’s que tanto fascinó a sus fans en The Grand Budapest Hotel, está complementado con una variedad de cafés con distintas combinaciones de crema y chocolate –«¡Para meter millones de calorías desde la mañana!», nos dijo el animado y graciosísimo mesero, casi con aires de un personaje de Anderson–.
Vale la pena ir a la Fondazione Prada, más para observar el trabajo de arquitectura y el uso inesperado de materiales en sus distintas estructuras que las exposiciones en sí, pero también para formar parte de una película de Wes Anderson aunque sea por una hora.
Fotos: Attilio Maranzano para Fondazione Prada