POR: Enrique Argueta
Big Sur, ese pedazo de tierra entre Carmel y San Simeón, en California, contiene un litoral accidentado –y por lo tanto, extremadamente fotogénico–. Mi esposa y yo nos pasamos unos días allá, sintiéndonos diminutos: el largo camino de naturaleza virgen y pura tiene el mar por un lado, las rocas y las montañas por un lado y carretera y verdor por otro.
Durante el día, íbamos de punto en punto recorriendo los giros serpentinos de la costa del Pacífico, parándonos y bajándonos del carro cada vez que llegábamos a un lugar que queríamos darnos un tiempo para observar –algo que era muy frecuente–.
Para descansar, nos hospedamos en un hotel recomendado por Viajes Alkasa, el Hyatt Carmel Highlands, un hospedaje excelente desde donde podíamos ver ballenas grises y escuchar su canto. Ahí cerca comimos en otro lugar recomendado, un cafecito de onda sesentera llamado Katy’s Place. Quedamos fascinados con los huevos benedictinos con salmón, pero sobre todo con la disposición de las camareras, que no solo reconocen a todos los locales que tienen la vida visitando el lugar, sino que hacen que los nuevos visitantes se sientan igual de confortables.
Así concluímos que ese pedazo de California no tiene como atractivo solo la naturaleza, sino también la belleza de su gente.
Foto: Enrique Argueta