Por: Ruddy Ramos
Mis suegros habían estado en Colombia hace un tiempo, y una de las recomendaciones más efusivas que compartieron conmigo para este viaje fue: “Visita la Catedral de Sal de Zipaquirá, porque es impresionante”.
Como católico que asiste regularmente a la iglesia, me emocionaba la idea de visitar una catedral ubicada dentro del Parque Temático de la Sal en Cundinamarca, a 180 metros bajo tierra. Pensaba que, más que nada, iba a conocer una atracción arquitectónica o de la ingeniería, pero me quedé corto: lo impresionante va más allá de la estructura.
La representación del viacrucis que lleva en media hora a la boca de ese domo salino es una maravilla en sí: las imágenes muestran una delicadeza en las técnicas de tallado, y todavía recuerdo la belleza artística de las imágenes de la cruz y de un paño, llamado La Verónica, que un fiel pasa a Jesucristo durante su calvario.
Un kilómetro después, al llegar a la Catedral, la primera impresión quita el aliento: la enorme cruz al fondo no es una escultura regular, sino que está totalmente tallada en la sal. Ese tipo de detalles hacen que el visitante sienta que está en un templo natural; unido a la temperatura fresca, a los sonidos corales y al olor de la sal, la experiencia es, verdaderamente, sublime.
Foto: Destinos A1