Cómo viajar con una alergia alimenticia

Algo negativo, como una alergia a los lácteos, puede traer consigo una lección positiva sobre el alcance de la compasión humana más allá de las limitaciones culturales

POR: Rab Messina

 

Los productos lácteos en todo su esplendor –el cremoso helado, el yogur con vegetales, la mantequilla que sirve para que los panecillos se derritan en la boca y el queso de mis sueños pizzeros– son, desde hace unos meses, los causantes de muchas erupciones y escozor por efecto de una alergia. Durante años tomé por sentado el privilegio de apuntar a cualquier alimento atractivo en un país extranjero y poder comerlo sin siquiera preguntar de qué estaba hecho… sobre todo cuando no hablo el idioma de esa nación y allá el inglés les es limitado.

Un viaje a los Balcanes –Rumanía, Bulgaria, Macedonia y Albania– puso a prueba mi afinidad por comer cualquier cosa rara en la calle, pero salí airosa gracias a una solución harto sencilla: escribir en la app de Google Translate la pregunta «¿Esto tiene leche, queso o mantequilla?» y traducirlo al respectivo idioma; luego, para no depender del WiFi, guardar cada captura de pantalla y enseñarla en los mercados y restaurancitos antes de pedir cualquier comida. La clave está en esperar que la persona lo lea y tan pronto acabe decir, con los ojos bien abiertos y en tono de miedo: «ALLERGY!».

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Este pequeño ejercicio me ayudó a comprobar el alcance de la compasión humana: desde dependientas que con minuciosidad le quitaban delicadamente todo el queso a un emparedado o preparaban versiones especiales de los mismos, pasando por el señor que corrió a comprar leche de soya en el supermercadito de al lado, hasta la búlgara que tomó mi libreta y me escribió un listado de todos sus platos locales favoritos sin lácteos –gracias por la recomendación del manastirski giuvech, amiga desconocida de Sofía–. No importa el idioma o la idiosincrasia que nos separe: de alguna forma, siempre se puede confiar en la bondad de los extraños… y en la eficiencia de Google Translate.

Foto: Rab Messina