POR: Sofía González
La primera impresión que tuvimos mi esposo, mi hija y yo cuando estuvimos a punto de abordar el crucero de Norwegian Getaway en Miami fue la misma: ¡Qué embarcación enorme! Hace unos meses, nuestra asesora de Viajes Alkasa nos había recomendado el recorrido Florida-Honduras-Belice-México-Florida con la línea, hablándonos de todas las facilidades de comida y entretenimiento que el crucero tenía dentro, y ya al ver la embarcación en persona, con sus 326 metros de largo y casi 60 metros de alto, todo me hizo sentido.
En efecto: son tres pisos de bares, restaurantes, entretenimiento y compras. Mi hija de 12 años disfrutó muchísimo de la piscina y tenía a disposición un área de juegos; yo iba al gimnasio o a una terapia de belleza facial durante el día, y mi esposo pudo asistir a charlas de bienestar, como algunas orientadas a la buena alimentación. Hablando justamente de alimentación, a todos nos llamó la atención la diversidad gastronómica, desde japonesa hasta mexicana, que encontramos en los seis restaurantes incluidos en el alojamiento —tienen otros más que requieren reservación previa y pago adicional—. Lo que nos volvió aun más locos a todos, sin embargo, fueron los shows de teatro y musicales: desde una cantante jamaiquina que nos compartía lo mejor del repertorio de Bob Marley hasta un cuarteto de imitadores de Elvis Presley y un show que terminaba, literalmente, quemando el piso.
Más allá de todo lo que tenían planificado para mantenernos felices, lo que más nos llamó la atención fue cuánto se esforzaban en todo lo que no estaba planificado: el servicio que recibimos fue espectacular. ¿Que tuvimos problemas con el inglés al momento de la migración? Ni tuvimos que pedir ayuda, pues inmediatamente el crucero nos asigno un traductor. ¿Que se dieron cuenta de que éramos dominicanos? Cada mañana, en vez de saludarnos con el “Good morning!” al cual están acostumbrados, nos tocaba un “¡Buenos días!”.
Todo eso, claro, mientras estábamos navegando. Una vez que llegábamos a tierra, quedábamos nuevamente deslumbrados.
Nuestro primer destino fue Roatán, una isla caribeña de Honduras. Ahí, en el Santuario Animal Gumbalimba, conocimos nuevas especies de monitos y loros que no teníamos idea que existían.
La espectacular Belice fue nuestra segunda parada, e hicimos reservaciones para quedarnos un día en un parque-resort todo incluido en una isla artificial. ¡Qué buena decisión! Ahí lo teníamos todo, desde facilidades para hacer ziplining y kayak, piscina y lago, y claro, un hermoso y colorido “pueblito” para pasear y comprar souvenirs.
Ahora, las ruinas de Chacchoben en la Costa Maya de México son otra cosa: ver esos teocalli —el nombre en náhuatl de las construcciones piramidales mayas donde se realizaban actos religiosos— casi intactos fue impresionante, junto a los altares monolíticos con jeroglíficos. Este conjunto, estiman los arqueólogos, estaba destinado a los estudios astronómicos. Es increíble pensar en lo avanzados que estaban los mayas.
¿Y la belleza de Cozumel? Quedamos encantados con la hermosura de sus balnearios y la limpieza y el colorido del pueblo… pero más que eso, nos impresionó sobremanera cuán amables y atentos eran todos sus habitantes —después de todo, la actividad económica principal de la isla es el turismo, y ellos saben cómo brindar un servicio memorable—.
Retornamos a la Florida y desde ese momento, con la experiencia tan positiva que habíamos tenido, me puse a planificar nuestro próximo crucero con Norwegian —será para celebrar los 15 años de mi hija—. ¡Definitivamente les recomiendo la experiencia!
Fotos: Cortesía de Sofía González