Para el quinto cumpleaños de mi hija mayor, mi esposo y yo decidimos finalmente hacerle caso a todas las personas que nos hablaban maravillas de los cruceros de Disney. Nos fuimos todos —también estuvo nuestra niña pequeña, de dos años— en el Disney Dream, con un recorrido de cuatro noches desde Las Bahamas. ¿Y qué sucedió? Para la cumpleañera, la experiencia del crucero fue mágica. ¡Encontrarse a Mickey varias veces al día terminó siendo algo normal!
Pero esa experiencia también fue mágica para mí: no bien habíamos retornado a Santo Domingo cuando ya mi esposo y yo estábamos planificando nuestro segundo crucero Disney, para Alaska. No tengo más que admiración por la atención al servicio y los esfuerzos logísticos y tecnológicos que hacen en la empresa. ¿Por qué? Aquí les comparto los detalles que más me sorprendieron.
POR: Carmen Grullón
[1] LOS PERSONAJES POR TODAS PARTES
Mi hija mayor había estado dos veces antes en los parques de Disney, y había podido ver a los personajes en algunos momentos especiales, o como fruto del azar. Aquí en el crucero, gracias a una aplicación local que utiliza el WiFi de la nave como certificación de acceso, yo podía estar al tanto de dónde y cuándo iba a estar cada personaje para interactuar con los huéspedes. Mi esposo y yo nos programamos, y así no teníamos la preocupación de que íbamos a perdernos un personaje: podíamos decidir si hacer la fila para sacar la foto o irnos a comer y buscarlos después, porque estaban disponibles varias veces al día.
Gracias a ese sistema, mis hijas pudieron ver a Mickey, a Minnie, al Pato Donald y a Daisy, a Tribilín, a Pluto, al Capitán Garfio con Smith, a Rapunzel, a Tiana, a Bella, a Cenicienta, a Elsa y Anna, al Capitán Jack Sparrow, a Sofia the First, a Alvin y a las ardillas.
[2] TODO EL DÍA JUGANDO
Nuestro recorrido incluía un día entero en alta mar, y esto nos encantó, porque así pudimos disfrutar de las instalaciones del crucero.
La chiquita se tomó el Nemo’s Reef para ella. En este parquecito de chorros y toboganes, todo acolchado, el agua es tibia, y eso hace que los niños puedan quedarse disfrutando más tiempo. También para los menores de tres años había una guardería, donde pude ver que la atención de las empleadas era muy dedicada.
El AquaDuck es un sistema de toboganes y tubos transparentes a alta velocidad, conectados por el crucero. Yo me monté varias veces, bajo la excusa de que las niñas no se podían montar solas —pero la verdad es que la niña Carmen fue quien más gozó esos toboganes—.
La grande se quedaba casi todo el día en la piscina viendo las proyecciones de las películas Disney, y al tener más de la edad mínima requerida de tres años, pudo acceder al Oceaneer Club y al Oceaneer Lab. Estos espacios están reservados exclusivamente para los niños —los adultos solo podemos entrar durante los Open Houses—, y creanme que más de una vez quise ser chiquita para quedarme jugando ahí, porque es lo más ápero de la bolita—. En el Club hay todo tipo de videojuegos, una réplica a tamaño gigante de la habitación de Toy Story con todos los juguetes, un piso LED para bailar y un área de Star Wars donde pueden aprender a volar una aeronave espacial. En el Lab pueden hacer todo tipo de experimentos científicos, de cocina y de manualidades.
Pero miren lo más interesante para los padres: para entrar, cada niño debe tener una banda de identificación que tenga registrados sus datos de contacto, alergias y emergencia. Los padres entonces andamos con un celular local, y los encargados podían contactarnos tan pronto el niño desee irse del Club. Es una tranquilidad que no tiene precio.
[3] LA ATENCIÓN DE NUESTRO MESERO
Cada noche cenamos en un restaurante temático diferente —y yo, que trabajo arquitectura de interiores, me quedaba boquiabierta cada noche con la decoración de cada uno—. En el Royal Palace fuimos al castillo de la Cenicienta, con todo y zapatillas de cristal. En el Animators Palate estábamos rodeados de pantallas LED donde los personajes de Nemo interactuaban con los comensales en tiempo real —mis niñas no se explicaban cómo la tortuga sabía que el interlocutor tenía una camisa de un color o conocía el nombre de un niño sentado a la mesa—. Otro restaurante estaba inspirado en el mundo de los Piratas del Caribe, y terminamos con una visita al Enchanted Garden.
Lo más interesante de esta rotación es que, sin importar el restaurante, siempre teníamos el mismo mesero. Y no era solo tener la misma persona atendiéndonos: el primer día dije que era alérgica a los mariscos, y nunca tuve que repetirlo. Al llegar a nuestra mesa, siempre habían sillas especiales para las niñas —incluyendo una booster para la pequeña—, y hojas de colorear, crayones y vasos con sus respectivos nombres. Eso es Disney: calidad.
[4] HACIENDO SHOW
Los shows nocturnos de Disney eran SHOWS, así todo en mayúscula. ¡El nivel de producción es altísimo! La primera noche nos tocó ver los Golden Mickeys, unos Oscar para las mejores actuaciones de todos los personajes de las películas Disney. La segunda noche los villanos hicieron su aparición, burlándose de la percepción que tiene el público sobre sus motivaciones. Mi hija, que le tenía miedo a Úrsula de La Sirenita, terminó preguntándose si es cierto que detrás de cada villano posiblemente hay un héroe.
La tercera noche fue una fiesta pirata en la cubierta, con todos los personajes. Consejo: si hacen este crucero, recuerden llevar su disfraz pirata comprado con antelación, pues a bordo quizás no tengan tanta variedad como ustedes quisieran. La noche entonces cierra con un show inmenso de fuegos artificiales.
La cuarta noche disfrutamos de un show precioso que habla sobre la magia de creer. Presentan la historia de una niña que cree en la magia y un padre que solo cree en su trabajo, al punto de que olvida el cumpleaños de su hija. Este padre luego se topa con la lámpara del Genio, y comprende que la magia de creer sí existe. En vez de utilizar sus deseos en sus proyectos laborales, entiende que es más importante dedicar tiempo a la felicidad de su hija. Y no, esto no es una lágrima: fue que se me metió una pajita en el ojo.
[5] VIVIR LA MAGIA
Mi niña pequeña no paraba de emocionarse cada vez que veía un personaje, o cuando veía a Peter Pan Volar. La grande, sin embargo, ya está en edad de cuestionar todo, y por eso decía: “Sí, pero mira que Peter Pan tiene cables; no vuela de verdad”.
Sin embargo, ella cedió toda capacidad de cuestionamiento cuando la llevé a la Bibbidi Bobbidi Boutique, un salón de belleza muy especial: ahí te transforman en una de las princesas de Disney, con todo y vestido. Eso es todo un espectáculo: la maquillaron, le colocaron polvillo de hadas en los cabellos y le colocaron un vestido especial, para quedar transformada en Rapunzel. Todavía sonrío cuando me acuerdo de lo feliz que estaba en ese momento.
Estas experiencias, como les contaba, no se limitan a los niños: tengo una amiga con hijos de 14 y 15 años que se vuelven locos en el Oceaneer Lab; igual pude ver varias parejas en viajes de luna de miel en las fiestas, los restaurantes y el spa. En otras palabras: disfrutar estos cruceros, al igual que la magia de Disney, es algo que no tiene edad.
Fotos: Carmen Grullón