Joga bonito, pelea bonito

Kazan Alemar, educador de capoeira radicado en RD, habla sobre una de las artes marciales más visual y sonoramente atractivas del mundo

Tuvo que darse una tormenta perfecta para que Kazan Alemar estuviese hoy en Santo Domingo impartiendo capoeira: a los ocho años se le detectó un crecimiento inferior de una pierna versus la otra; el pediatra le indicaría que hiciera capoeira como terapia; la escuela federal a la que asistía impartía el arte marcial como opción de deporte, lo cual le permitió practicarla frecuentemente; tras haber pasado años largos bajo la enseñanza de varios maestros y convertirse él mismo en un educador de la disciplina, su familia diplomática llegó a Santo Domingo. Él vino a probar, y ya se ha convertido en una de las caras más conocidas del arte marcial brasileño.

¿Es cierto que RD es un Brasil chiquito? ¿Cómo se lleva el dominicano con la capoeira? ¿Al brasileño no le bastó con jogar bonito el fútbol, también tenía que pelear bonito? Alemar y sus 10 años de vida en el país responden.

POR: Rab Messina

 

Goiania, donde naciste, es más conocido en Brasil por ser la central del sertanejo. Pero acá en Dominicana debe sonar raro eso de «Goania y sertanejo», cuando la gente mayormente conoce «Rio de Janeiro y samba».
La primera cosa que me preguntan cuando se enteran que soy brasileño es: «¿Tú eres de Rio?». Cuando llegué solo escuchaba «Rio, Rio, Rio», pero ahora también escucho más «São Paulo», por causa de la industria.  Pero ahora está más abierto: ya me hablan de otros estados, como Minas Gerais y Florianópolis, y del nordeste del país. Pero yo les sugiero conocer Bahía y Ceará, con sus playas bellísimas y lagunas que se mueven dentro de las dunas. También está Brasilia, con su arquitectura y su Plan Piloto que parece un avión visto desde arriba. Y claro, les digo que visiten Goiania, que es una de las ciudades más verdes de Brasil, con muchas áreas para acampar.

Me sorprendió que en tu escuela primaria tuvieses como opción de deporte la capoeira. ¿Eso es así en todo Brasil?
Yo estaba en una escuela federal, a donde se entra por sorteo –en ese tiempo, solo podían entrar los hijos de los empleados de la Universidad Federal, como mi padre–. Ahí teníamos natación, fútbol, baloncesto, atletismo, gimnasia, voleibol y capoeira. A los ocho años, mi pierna derecha se estaba desarrollando menos que la otra, así que un pediatra me indicó terapia física y, aparte, hacer capoeira en el colegio. Gracias a la capoeira me regresó la pierna; hoy se la debo a ella.  Desde entonces tuve profesores, que solo me indicaban qué hacer, pero sin entender mis necesidades, mis problemas, y los de otras personas. Así que hoy me he formado como educador de capoeira… no profesor, que hay demasiados, sino educador, que son pocos. El educador debe educarse primero para saber cómo va a trabajar con las otras personas.

Ahora la capoeira está fuertísima en las escuelas de Brasil, desde alrededor del 2008. Hoy tenemos un boom de la capoeira en la escuela, sobre todo en las estatales.

¿Por qué se han enfocado en llevarla a los niños?
La capoeira no solo te brinda bienestar físico; también te da bienestar emocional, educación, te enseña sobre una cultura. Te enseña a trabajar mentalmente por una meta, para que la cabeza guíe al cuerpo. Aparte te enseña sobre el respeto y a saber escuchar. Tienes que saber distinguir un toque, responder a un coro: en la capoeira no hablas, sino que cantas, y es el berimbau el que manda a parar las cosas con algún toque. El jugador debe estar con el oído afilado para saber qué está sucediendo, y esa agudeza tiene consecuencias en la educación de la persona. Además, te enseña que muchas veces basta con hacer un amague de golpe, de rasteira, sin necesidad de dar el golpe mismo, para respetar al otro, para ahorrarle una vergüenza, un daño… eso es educación mental que aplica en muchas partes de la vida.

Más que como arte marcial o como expresión de sincretismo, siempre me ha llamado la atención la parte de danza de la capoeira. 
Esa es la diferencia entre ella y otras artes marciales: la ginga y el balanceado del cuerpo, la música. Pero nunca fue un baile, aunque dentro se tengan danzas como el maculelê, el samba de roda. Nosotros decimos que peleamos bailando, que peleamos con estilo.

Así que ustedes no se conforman con «jogar bonito» el fútbol, también pelean bonito. 
La gente dice que nosotros nacemos con eso, ya sea para caminar o hablar. Hasta los portugueses nos dicen que hablamos bonito (risas).

¿Cuál es el perfil del estudiante de capoeira acá en Dominicana?
Hay variedad: hay jóvenes, claro, pero también tengo alumnos de cuatro, cinco, seis años, porque doy clases en el colegio Community for Learning, en Arroyo Hondo. Una alumna mía que trabajaba allá tenía un proyecto de llevarle capoeira a los niños. Los padres han quedado muy contentos: la capoeira ayuda a quemar mucha energía y le da a los niños un equilibro emocional y físico, ayudando a desarrollar el cuerpo.

Aparte trabajo con niños de escasos recursos en Boca Chica, en el Hotel Zapata, con un programa llamado Give Sweat: los turistas que desean tomar clases de capoeira pagan por su clase, pero en realidad pagan por dos –la suya y la de un niño sin dinero para tomarla–.

A los niños les encanta dar vueltas maromas y patadas, así que están felices… aparte de que les invento muchísimos juegos, como «el topao capoeira»,  «capoeira frisbee» y «teatro capoeira» –en pedagogía, lo severo no funciona–.

Me imagino que aun con los adultos debe ser así: como seres humanos, respondemos a estímulos positivos. 
¡También mis estudiantes juegan «topao capoeira»! Es un desastre bueno, donde todo el mundo termina explotándose de la risa.

Ahora estoy desarrollando un proyecto de «capoterapia»: capoeira para la tercera edad, para fortalecer y subir el autoestima de las personas mayores. Trabajamos soplando vejigas, con el movimiento de la ginga, para ayudar a la circulación de la sangre. No es necesario trabajar el piso, sino solo utilizar el tronco para esquivar; aparte, se tiene la terapia del abrazo, algo que comienza siendo un juego y termina siendo una transmisión de afecto. Cumplí mi sueño de poder trabajar con niños; ahora me falta cumplir el sueño de trabajar con la tercera edad.

¿Es cierto eso de que Dominicana parece un Brasil chiquito? Yo hasta creo que todo dominicano tiene como 10 dobles en Brasil.
Una vez estaba manejando en la Rómulo Betancourt y di varias vueltas, porque pensé haber visto a un amigo mío brasileño. ¡Igualito! En cuanto a la geografía, por el lado de San Cristóbal, para la loma, hay cavernas: como yo soy del centro-oeste de Brasil me llama mucho la atención. Y claro: ambas son naciones muy hospitalarias.

Kazan imparte clases grupales en XMT Academy, en la Roberto Pastoriza No. 111, en Naco. 

Fotos: Cortesía de Capoeira Alemar