POR: Erik Malmsten
Para que se ubiquen, Barranco es como el Piantini de Lima. Ahí está ubicado Cosme, un restaurante hecho para sentirse eternamente dentro de un brunch-que-no-es-brunch. Fuimos un domingo al mediodía, y comprobamos esa asunción dada la cantidad de amigos y familias compartiendo.
La primera impresión del lugar es sobrecogedora: el sitio está hecho casi en su totalidad con materiales reciclados —el techo está hecho de miles de botellas PET y una pared lleva casi 15 mil tapas plásticas—.
En una sección del menú tienen platos para compartir y en otra platos fuertes para disfrutar en unitario, tipo carnes, arroces y pescados; en nuestro grupo de cinco decidimos ordenar todos los platos compartibles, para así conocer mejor la paleta de sabores del restaurante. Entre esos recomiendo las mollejas y la ensalada de col morada, un plato sencillo pero ejecutado con destreza gracias a la inclusión de zanahoria, palmito, una vinagreta de yogur y cajuil. Sin embargo, entre todos sube a la primera posición el huevo pochado en una taza honda, con hongos estofados en vino tinto y un toque de tocineta; encima de todo eso hay una crema de papa y parmesano que esconde todo lo que se encuentra debajo, con una variedad de textura y sabores.
Y quizás esa sea la mejor forma de hablar de Cosme: por debajo de la informalidad y lo casual del restaurante se esconde una destreza gastronómica que no se ve a menos que se meta la cuchara dentro.
Fotos: Cortesía de Nurian García y Erik Malmsten