POR: Erik Malmsten
Hay mucha magia en esos restaurantes que todavía se descubren no por la publicidad, sino por las recomendaciones de boca en boca. En Lima uno de esos es La Picantería, un espacio informal ubicado en Surquillo —si no vas recomendado por un limeño, probablemente sea difícil que llegues al lugar ti mismo; a mí me lo recomendó Gabriel Tejada, el sous-chef dominicano del laureado restaurante Central—.
Cuando digo “informal” no lo digo a la ligera: El restaurante de Héctor Solís casi que no tiene letrero afuera —pero eso no impide que a las 11 de la mañana ya haya una fila de gente—, y al entrar se da uno cuenta de que el público es mayormente de gente local, muchos de ellos habitués. Esa informalidad también se nota en la selección del menú: como el restaurante trabaja con pesca fresca, el sistema es un tanto diferente al de un establecimiento normal. En una pizarra se escriben a diario la disponibilidad marina del día, y de ahí los comensales eligen su favorito para entonces decidir cómo cocinarlo. Nosotros éramos cuatro y pedimos una corbina de cinco libras, preparada en forma de ceviche, tiradito y alimeño —el pescado al vapor con una salsa amarillenta hecha en base de ajíes, ajo, cebolla roja y cilantro—.
Cual de todos mejor, y yo no soy el único que piensa así: S.Pellegrino y Acqua Panna lo tienen como el restaurante número 31 en la lista de mejores establecimientos de América Latina.
Si van, maten el tiempo en lo que les llega la oportunidad de sentarse a la mesa con un Bloody Mary en la barra, pues allá lo hacen muy a lo peruano, con leche de tigre.
Fotos: Cortesía de Nurian García y Erik Malmsten
