Norberto Jorge abrió su restaurante madrileño, Casa Benigna, en 1990. Aunque sus padres querían que se dedicara a la vida académica, a Jorge le emocionaba ver a los demás pasarla bien con la comida que preparaba. En sus principios el restaurante se especializaba en arroces secos, carnes y pescados, hasta que al chef de Alicante le dio con inventar lo que hoy es su plato insignia: la patella.
Imaginen, para que entiendan la situación, un concón de paella, bien sazonao’. Ya pueden cerrar la boca. Gracias.
Dos de nuestros clientes, Luis Eduardo Sánchez y Ernesto Geara, decidieron ir directamente al templo de la patella en una visita a la capital española. Ahí, junto a ocho amigos, trataron de conseguir una reservación para el almuerzo, y casi que no lo logran… pero el mismo Norberto fue quien atendió su llamada. Por eso, para no dejarles con el antojo de probar la patella original en este viaje, les propuso una mesa de chef peculiar: albergarlos en su misma oficina, en una mesa especial.
Ahí, entre la biblioteca y las facturas del enorme espacio, el chef les contó sobre su plan empresarial: inventarse un plato que recorriera los mares y ofrecer la mejor relación calidad-precio entre los restaurantes de alta gama de la ciudad. Aparte, les habló sobre los libros que estaba consultando en ese momento —vayan a ver que no era nada de gastronomía, sino biografías de superación y teorías del comportamiento humano—. Y, siguiendo la petición de Luis Eduardo, Ernesto y sus amigos, hizo las elecciones en el menú.
Tras probar la morcilla y el salmón de entrada, las tres patellas de tamaño regular y una gigante, los mantecados con chocolate de postre y las copas de cava que vinieron cortesía de la casa, salieron rodando por la puerta. Felices, extasiados y maravillados con la comida y la experiencia, pero también rodando.
Fotos: Luis Eduardo Sánchez y Ernesto Geara