POR: Minerva Vincent
En Meknes, una de las ciudades que visitamos mi esposo y yo durante nuestro recorrido por Marruecos, hay un complejo monumental que es un Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Aunque hoy son ruinas, se puede percibir el esplendor de la ciudad que ideó el sultán Moulay Ismail en el siglo XVII. ¿Y cuál fue el motivo de su construcción? Uno muy humano: Ismail quería tapar el sol con un dedo… o sea, no quería dejarse opacar por la grandeza de la corte de su contemporáneo Luis XIV, el rey sol de Francia. Si a eso le añadimos que se le adjudicaron 867 hijos con sus dos mil concubinas y que “adornaba” los muros de la ciudad con las miles de cabezas de los enemigos que mataba… visitar Marruecos con un guía bien documentado es casi como tener un Game of Thrones en vivo.
Por su ubicación geográfica estratégica, tan cerca del continente europeo, y su riqueza productiva, Marruecos tiene miles de historias como esta. Sin embargo, decir que el país es solo su historia no le hace justicia: su presente es igual de precioso. Aquí les comparto algunos de mis recuerdos favoritos de las visitas que realizamos.
AZUL COMO EL MAR AZUL
En la ciudad azul de Chefchaouen nos sentimos como caminando dentro de un huevo de pascua —las curvas de los rincones entre las colinas y la pintura monocromática nos dieron esa impresión—. Y para resaltar el hecho de que estábamos en un lugar que parecía salido de un sueño, en un momento de la caminata nos encontramos con un pavo real blanco en la calle, tranquilito, como si fuera un perro esperando por su dueño fuera de un supermercado. ¡Normal!
SENTIRSE PEQUEÑOS
En la Mezquita Hassan II en Casablanca me sentí pequeña: inaugurada en 1993, es el templo más alto del mundo, con un minarete de 200 metros de altura, y el segundo más grande después de La Meca. Fue realmente impactante ver el trabajo de los más de 10 mil artesanos locales que trabajaron el mármol, la madera y los mosaicos para dejar plasmada su reverencia religiosa.
DE COMPRAS
De una medina en Marrakech me llevé unas carteras de cuero, unas blusas de seda estilo caftán para mis hijos y mis nietos, y un poco del excelente aceite de argán local para el pelo. Aparte, el cuero que se trabaja en Fez es legendario, ya que usan ingredientes naturales para la coloración de la piel. Quería llevarme más cosas, porque los vistosos accesorios que vi por doquier estaban trabajados de forma exquisita —de nuevo, los artesanos marroquíes son increíbles—, pero la cara de mi esposo me lo impidió. ¡Yo quería llevarme el país entero en la maleta! ¡Cuánta belleza!
TERRITORIO SAINT-LAURENT
Y ya que menciono las carteras, los accesorios y la moda, no se puede hablar de Marrakech sin mencionar a uno de sus hijos adoptivos más célebres: Yves Saint-Laurent. El diseñador nació en Argelia, así que siempre tuvo una conexión fuerte con el Magreb, pero el Jardín Majorelle en la medina de Marrakech fue el lugar que escogió como residencia en el continente. Hoy el complejo del jardín también contiene el Museo Yves Saint-Laurent, abierto recientemente, donde los materiales de construcción locales hacen honor a las curvas que veneraba el creador en sus diseños.
La parte más impresionante del museo no es necesariamente comprobar la producción de moda que tuvo durante su ejercicio, que de por sí es increíble. Para mí, el museo cumple con un cometido todavía más elevado: enfatizar el amor y la atracción que sentía Saint-Laurent por esta tierra tan viva, tan acogedora, tan pintoresca. ¿Y quién lo culpa? Como pude comprobar, Marruecos es verdaderamente un lugar excepcional.
Fotos: Fuente externa