El Panda Musical: The Lion King

Como actor de musicales, El Panda que Anda nos da sus consejos sobre los mejores shows de Broadway. En esta entrada, un nuevo clásico: The Lion King.

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POR: Jean Carlos Villanueva

En Anchoítas, el musical ideado por Rosa Aurora y dirigido por Luis Marcell Ricart, interpreté al personaje de Doña Jessy. Ahí cantábamos en vivo dos veces por semana, y yo terminaba con la garganta frita.

Si le dicen eso a los actores y cantantes de The Lion King, el musical de Broadway, se ríen en mi cara. Señores: esa gente CANTA —y SALTA y SE DEPATILLA—. Es impresionante ver el nivel de resistencia que debe tener el elenco —algunos de ellos deben estar sobre zancos y hacer acrobacias— y el entrenamiento de voz para cantar en vivo a diario —son ocho veces por semana en el Teatro Minskoff—. En un momento del espectáculo, un coro de cantantes pasan por entre los asientos, en los pasillos, y casi deliré al escucharlos cantar con tal potencia de ahí a ahí. Para ser fiel a la ubicación, las canciones están en swahili, zulu, xhosa, sotho, tswana y congolés. Es una locura.

El musical llegó a Broadway a finales de 1997 y no ha parado en 20 años. De hecho, es el tercer musical con mayor exhibición ininterrumpida en la historia del gremio, y con razón: tiene todas las de ser un nuevo clásico.

La música y el guión ya le venían de gratis por cortesía de los dibujos animados de Disney, pero donde la versión de Broadway me quita todos los chelitos es en el ingenio que tienen para traer la sabana africana a Nueva York. ¿Esos zancos de los que les hablé? Son los que usan los actores para interpretar jirafas. Timón y Pumba están interpretados por titiriteros expertos —uno operando un muñeco completo y otro solo la boca del jabalí en un disfraz complejo—. ¿Una estampida de gacelas? Esta gente lo resolvía con unas bicicletas. ¿El punto álgido de la canción yacigüeeeñaaaaaaaaa, cuando presentan a Simba sobre la roca? No sé cómo lo hicieron, pero el escenario se abre y esa piedra va apareciendo en el escenario girando en espiral. En serio: el ingenio de los directores de arte no tiene límites. Y claro, no soy el único que piensa así: en 1998 esta producción se llevó los Tonys a mejor musical, mejor dirección de musical, mejor coreografía, mejor diseño de escenografía para musical, mejor diseño de vestuario para musical y mejor iluminación para musical.

En los asientos vi muchos niños, pero mayor cantidad de adultos. Aunque esta trama fue inicialmente pensada para los más pequeños, la cantidad increíble de detalles artísticos y técnicos solo puede ser apreciado por los adultos, quienes sabemos cuán difícil es llegar a ese nivel de creatividad y experticia física.

La próxima vez que estén en Nueva York, dejen las excusas: vayan a ver a Simba y a compañía.

Foto: Cortesía de Jean Carlos Villanueva