POR: Mariel Pimentel
[1] VER LAS OLAS DE LA BAHÍA DE WAIMEA
Mi esposo surfea, y por eso tenía en su lista de deseos ir a la Bahía de Waimea, el hogar de varias competencias del deporte de alto nivel —en una de ellas, patrocinada por la marca Quiksilver, los deportistas esperan que las olas lleguen a un mínimo de 20 pies de altura para entonces meterse al agua—. Ojo: Mi marido no se atreve a surfear ahí (risas).
Llegamos a la playa y la vista fue impresionante: las olas chocaban con los arrecifes y casi que llegaban a la carretera. Duramos unas tres horas disfrutando del espectáculo, moviéndonos a lo largo del litoral.
Si tanto movimiento acuático les da hambre, y de paso le gustan las frutas, están de suerte: en los alrededores de Waimea hay docenas de camioncitos de comida callejeros, donde podrán probar desde hamburguesas, hot dogs, mariscos… PERO TODO CON PIÑA. No estoy exagerando: a los hawaiianos le gusta ver esa fruta en todo, incluyendo en los camarones con salsa de piña que me comí. Para mí es impensable la idea de comer mariscos salidos de un camioncito callejero, pero donde fueres, haz lo que vieres. ¡Hay que aventurarse!
[2] UN PASEO EN HELICÓPTERO
Planificamos una estadía de cuatro días en Oahu, y sabíamos que el tiempo no nos iba a dar para ver todo lo que queríamos… así que decidimos cambiar de escala y tomar un tour privado en helicóptero, de una hora y media.
Desde allá pudimos ver a Pearl Harbor —ahí se da uno cuenta de la magnitud de la base—, la inmensa cantidad de playas con el fondo transparente que hay en la isla, y la belleza de las casas de veraneo —incluyendo la de un cierto señor de apellido Obama—.
Sin embargo, lo más impresionante fue poder apreciar la extensión de sus áreas verdes, y ver a los senderistas trazar el Valle del Manoa, con su hermoso bosque húmedo.
[3] VIVIR UN LUAU EN VIVO
El luau, que seguramente tantos han visto en películas y televisión, es una fiesta típica hawaiiana, donde los bailes autóctonos están acompañados de comida —sí, con piña—. Aunque en teoría pueda parecer algo hiper-turístico, en la práctica es un espectáculo memorable: ¡Ver a esas mujeres bailando con tal destreza es una chulería! Aparte, es impresionante observar cuánto respetan todos los pasos del ritual, con un apego al silencio en momentos clave, las arengas antes de salir a bailar y el uso artístico del fuego.
[4] SUBIR A LO MÁS ALTO DE WAIKIKI
Waikiki es un vecindario de Honolulu, la capital de Oahu. ¿Cómo se puede llegar a su punto más alto? Haciendo una reservación en el restaurante Top of Waikiki.
Allá mi esposo y yo disfrutamos de una comida local deliciosa, con mariscos y sushi —la cocina típica allá es una fusión de las gastronomías de todos los grupos humanos que han pasado por el archipiélago, incluyendo a los japoneses—. Hablando de japoneses, desde mi asiento pude ver muchos de ellos haciendo compras en las tiendas de alta gama en la ciudad —Hawaii ha sido por mucho tiempo un destino de compras de diseñador para los nipones que buscan mejores precios en suelo estadounidense—, mientras que del otro lado de la calle la gente está surfeando y comiendo, haciendo su vida de playa. ¡Qué contraste!
[5] LLEVARSE UN LEI DE SOUVENIR
Hay dos maneras de decir “¡Bienvenidos!” en Hawaii: la primera es entonar un “E komo mai”, mientras que la segunda es colocarle un lei al recién llegado. Nosotros recibimos estas cadenas de flores desde nuestro arribo al aeropuerto hasta el hotel y los bares y restaurantes que visitamos en la playa.
Estos leis están hechos de flores reales —de hecho, pudimos ver en varios lugares a señoras que hacían los collares a mano, con hilo y una aguja especial tipo tijera—, y cada color simboliza un deseo; en nuestro caso, los blancos y morados que recibíamos hablaban justamente de una bienvenida.
Tanto me gustó el detalle que me traje uno a casa de recuerdo, donde sobrevivió durante un par de días más, hablándome ya no de un “e komo mai”, sino de un “mahalo”, que es la forma hawaiiana de decir “gracias”. ¡Mahalo, Oahu!
Fotos: Mariel Pimentel