POR: Angélica Grillo
Es posible recorrer las cinco tierritas que dan nombre a Cinque Terre, ese pedazo paradisíaco de la costa de la Liguria en Italia, pero… ¿Por qué no mejor tomarse el tiempo de observar el paisaje escalonado? Yo decidí ir con una amiga, y juntas nos quedamos, apropiadamente, cinco días para recorrer Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso.
Nosotras, de hecho, nos estábamos quedando en este último —un pueblo que creo que literalmente tiene tres calles—. Para ir de tierra en tierra, lo más fácil es tomar el barquito costero que sale cada hora. Teníamos tantos deseos de perdernos entre las casitas coloridas y las calles pequeñas que no organizamos un itinerario —y ese, verdaderamente, es el mejor tipo de plan—.
Me gusta muchísimo hacer caminatas, así que combinamos la llegada en barco y la topografía empinada para poder disfrutar el enclave… y claro, de la comida local. Todos los mariscos que probamos en los restaurantes que nos encontramos en el camino, sin excepción, estaban increíbles —sobre todo los de Corniglia—. Uno de ellos, sin embargo, lo recuerdo con mayor pasión que los demás: en Manarola hay un acantilado, que han aprovechado algunos establecimientos para ofrecer una vista increíble a los comensales y huéspedes. Uno de esos lugares es un restaurante llamado Nessun Dorma, y desde ahí vimos el atardecer con una pasta con mariscos sobre la mesa. ¿Cómo se describe algo así con palabras?
Cinque Terre cubre un perímetro costero pequeño que, de nuevo, puede recorrerse en un día. Sin embargo, creo que la reputación que tiene el lugar se debe a que esa combinación entre el colorido de las construcciones, la comida, la gente y el encanto de la naturaleza hacen que el tiempo se pare y el dolce far niente se disfrute todavía más.
Foto: Fuente externa