POR: Chef Tita
¿Cuántas veces se me olvida que las apariencias engañan? ¿Quién me diría que de un carrito callejero, con la decoración más simplona del mundo, saldrían los mejores tacos que he comido en territorio mexicano?
Estuve recientemente en un congreso gastronómico en Puerto Vallarta, representando a República Dominicana, y me dispuse a encontrar los mejores tacos de la ciudad. Una y otra vez, las recomendaciones apuntaban al mismo sitio: a un carrito callejero sin muchas pretensiones, llamado Tacos Mario.
Al llegar al lugar, en Playa de Oro, al ver tan poco aparataje pensaba haberme equivocado de sitio… y fue entonces que vi el menú con tantísimas opciones de relleno, desde chicharrón hasta vísceras, desde pollo hasta carnitas, desde cabeza hasta rabo de cerdo. También vi cómo las dos personas a cargo servían todo en tortillas calientitas, hechas con el maíz ahí mismito. Además, tienen a disposición salsas caseras hechas a base de tomate, de chiles, algunas suaves y otras picantes para varios tipos de gusto —y para colmo, hasta guacamole fresquecito—.
Yo me puse a inventar con una combinación de chicharrón con frijoles negros y aguacate… y terminé comiéndome seis tacos. No podía parar. NO. PODÍA. PARAR. Cuánto sabor concentrado, cuánta frescura de ingredientes, cuánta atención a los grados de picante. Ese carrito metálico ha sido, en todas mis visitas a México, el lugar donde mejor he comido.
Por eso, si van a Puerto Vallarta y quieren visitar Tacos Mario, les tengo dos recomendaciones: la primera es que vayan con el estómago vacío, porque no se van a aguantar la boca. La segunda es que, como en todas las circunstancias, no juzguen por las apariencias. En la comida, al igual que en la vida, hay que dejarse sorprender.
Foto: Cortesía de Chef Tita y Angeli Páez
