POR: Mariel Andújar
Mi esposo dice que, para encontrar un buen restaurante casual, basta con seguir la fila —no se pierdan aquí sus recomendaciones de dos restaurantes informales en Londres—. Por eso, cuando estuvimos en Roma hace unas semanas, decidimos seguir las filas en toda la ciudad para encontrar la mejor pizza al taglio —una especialidad local hecha en horno regular, donde la pizza rectangular se vende por gramos y hasta se corta con tijera—.
Escogimos ir en otoño adrede, porque el clima en la ciudad está excelente para recorrerla a pie sin cansarse por el sol. En la caminata entre el Vaticano y la Piazza Navona nos llevamos de las filas y probamos variedades con aceitunas, con cebollas, con anchoas negras. Otro día nos topamos con algunas que llevaban prosciutto, rúcula y queso provolone. ¿Que si encontramos una ganadora? No realmente: no es justo comparar combinaciones tan diferentes, porque en esa ciudad para el gusto se hicieron las pizzas. En Roma no hay limitantes tradicionales como en Nápoles, donde una asociación regula fieramente el proceso de elaboración del plato, sino que en la capital se premia la innovación en la combinación de sabores.
Lo importante para nosotros fue no planificar las jornadas. Sencillamente, escogimos un buen clima y una buena ciudad para perdernos; la búsqueda de la pizza perdida fue nuestra excusa para conocer un museo viviente de ciudad a nuestro propio ritmo. Verdaderamente creo que es la mejor manera de conocer ciudades que privilegian las andanzas a pie, como París, Nueva York y la misma Roma.
Bueno, para que vean que a veces vale la pena dejar espacios para improvisar en la agenda de viajes: en uno de esos paseos a lo loco decidimos entrar al Coliseo, bromeando diciendo que ahí no había pizza. Sin embargo, yo me encontré con el mejor pizzero del mundo —sí, ese es un chiste para quienes son fanáticos de las películas de los 80 y se saben la filmografía de Patrick Dempsey—. ¡Me quedé sin habla! Mi esposo, que es un apoyador y sabe cuánto me gusta McDreamy, fue quien le pidió la foto.
Por eso, cuando veo esa imagen no solo me acuerdo de la vez que conocí a uno de mis actores favoritos, sino de cuánto vale la pena dejarse sorprender en los viajes, ya sea con la comida, con el itinerario o hasta con la capacidad de reírse de uno mismo.
Fotos: Cortesía de Mariel Andújar