Una «cata» de salchichas europeas

Si probar nuevos platos es una parte importante de tus viajes, nuestra vicepresidenta volvió de Hungría, Austria y Alemania con unas recomendaciones relevantes a tus intereses

Yo soy de quienes piensa que el amor entra por la boca… pero en este caso, eso también aplica al amor por un país. La gastronomía para mí es una forma de conocer sobre la cultura de una nación, desde los ingredientes que usan –eso te habla de la geografía y hasta de su historia de bonanza o pobreza– hasta las normas para comer un plato. Por eso, en un viaje reciente al centro del continente europeo mi esposo, mis padres y yo nos embarcamos en una «cata» informal de uno de los platillos callejeros más característicos de la región: las salchichas. Entre una y otra probada, definitivamente aprendimos sobre cada país.

POR: Ana Santelises de Latour

EN BUDAPEST, HUNGRÍA

Para quien piensa que una salchicha es comida de muchachos, en el puestito callejero que encontramos, un carrito ubicado en la calle Zrínyi que desemboca a la Basílica de San Esteban, teníamos opciones complejas de condimentos provenientes de varias potencias culinarias: desde México hasta Italia, pasando por Alemania y Estados Unidos. Ahí, entre los tantos que probamos, nos dimos cuenta de que nadie nos miraba mal si probábamos la salchicha, un poco más larga y fina de lo que estamos acostumbrados en República Dominicana, dentro del pan, estilo hot dog –esto es importante tenerlo en cuenta en otros países–. Y todas, absolutamente todas las versiones, estaban deliciosas.

Por cierto, nos habían dicho que por esta zona lo que se come para merendar es salchicha y cerveza, así que les tomamos la palabra, y este negocio también: el carrito que les recomiendo visitarse llama literalmente Hot Dog Cold Beer.

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EN VIENA, AUSTRIA

No por nada las salchichas de Viena son unas de las más famosas del mundo. De hecho, allá las veneran y se esmeran tanto en su preparación que favorecen el comérselas sin pan, degustando su sabor al máximo. En la capital austríaca la tradición es unirlas a una porción de rábano picante, dándoles un toque con ketchup y mostaza. Allá probamos unas en uno de los tantos carritos disponibles en la Plaza Central, donde se encuentra la Catedral de San Esteban. La tradición, nos dimos cuenta, es comerlas de pie apoyados en las mesetas del carrito, y acompañarlas con cerveza local. ¿El veredicto? Probé una rellena de queso, muchísimo más dura y densa de lo que esperaba, algo que habla muy bien de su calidad.

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EN SALZBURGO, AUSTRIA

En la ciudad de Mozart encontré mis salchichas favoritas: el guía local que nos condujo por la ciudad nos recomendó su carrito favorito, en la plaza que rodea a la Iglesia Colegial, donde la costumbre es comer la salchicha en solitario y el pan como complemento. Gracias a sus consejos, pudimos llegar a tiempo para probar una salchicha de ternera fresca –son tan solicitadas que se agotan alrededor del mediodía–. Esa textura suave, junto a ese sabor limpio y de pureza, hizo que agradecieran el poder haberlas probado. ¿Mi sugerencia, si hacen el viaje? Lleguen temprano y acompáñenla de una cerveza Stiegl.


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EN PASSAU, ALEMANIA

Al llegar a Alemania, quisimos tener una experiencia tradicional y asistir a un biergarten. Luego de encontrar uno «a lo loco», dando vueltas por la ciudad, dimos con el Bayerischer Löwe, un lugar donde pudimos encontrar un plato para degustación con seis variedades diferentes. Ahí nos dimos cuenta de que los alemanes son un poco más formales que sus vecinos: ¡Las salchichas se comen con tenedor y cuchillo! También nos dimos cuenta de que les gusta la sustancia, la densidad: las salchichas austríacas son finas y suaves, y se pueden comer varias sin llenarse; las alemanas tienen masa, fuerza, vigor. ¿Qué dirá eso de uno de los países más poderosos del mundo?

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Fotos: Ana Santelises de Latour