POR: Ana Santelises de Latour y Gabriela Aybar
Si pasan por Lisboa, traten de dejar tiempo suficiente en el itinerario para hacer una visita de medio día a Sintra, un municipio ubicado a 25 kilómetros de la capital. Se van a acordar de esta recomendación: en el recorrido que hicimos entre Lisboa y Oporto recientemente, este fue probablemente el lugar más fotogénico y #nofilter que vimos en todo Portugal.
El casco histórico de Sintra está repleto de monumentos del siglo XIX, en estilo romántico, y por esto fue declarado Patrimonio UNESCO de la Humanidad en 1995 –entre casonas, castillos y palacios, hay más de 10 monumentos nacionales en un perímetro pequeño–. Todas estas edificaciones, desde el Palacio de Pena hasta el Castillo de los Moros, hablan de la historia portuguesa: el primero es producto de la visión de un monarca alemán –Fernando II de Sajonia venía, pues, de Sajonia– que pagó tributo a la belleza de su nuevo hogar a través de la arquitectura y terminó siendo apodado «el rey artista». Su colorido y su combinación es una combinación de estilos, desde el neogótico hasta el neoislámico, y el arroz con mango resultante es hermosísimo. La zona está rodeada de montañas y peñascos, y desde el castillo es posible observar ese impresionante paisaje natural.
El Castillo de los Moros fue construido, obviamente, por los moros entre el siglo XVIII y el XIX cuando Iberia era musulmana –lo que hoy es una capilla en ese entonces era una mezquita– y necesitaban una edificación de defensa en un punto estratégico. Sin embargo, cuando los cristianos retomaron a Lisboa durante la Reconquista, el castillo se rindió voluntariamente. En 1840 la edificación se encontraba en ruinas –sobre todo por un terremoto de 8.5 que en 1755 devastó a la ciudad y sus alrededores–, y fue reparado por Fernando II.
En Sintra van a encontrar ese tipo de detalles arquitectónicos para entender mejor la historia de Lisboa…pero estas edificaciones también sirven como lugares espectaculares para llevarse de recuerdo en la cuenta de Instagram. Durante esa visita, nosotros estábamos con la lengua afuera por habernos hecho los mártires y subir el empinado camino a pie, en vez de pagar los tres euros por cabeza que costaba el tranvía, pero quizás también nos quedamos sin aliento por la belleza del lugar. ¡No dejen de poner a Sintra en su lista!
Fotos: Ana Santelises de Latour y Gabriela Aybar