POR: Gabriela Aybar
Una de los aspectos que más me gusta de viajar al extranjero es ver cómo algo internacionalizado y diluido se utiliza en su país natal. Por ejemplo, en mi entrada sobre la producción de tequila les hablé sobre la reacción de los mexicanos a los “shots”, pero también aprendí sobre cómo las tortillas no son de harina blanca, o solo para los almuerzos con tacos.
En una visita a San Miguel de Allende y León vi que todo, desde los entremeses hasta el desayuno, llega con un tortillero al lado. Ahí se encontraba siempre una pilita de tortillas de maíz calientes que degustaba durante las tres comidas, sí o sí.
Quise llevarme eso a casa, y para eso me decidí a comprar un tortillero en un mercado de artesanías en la ciudad. Entre una y otra opción, mi ojo se iba naturalmente por lo colorido, y recuerdo haber visto uno parecido a un sombrerito, pero seguí buscando… hasta que la curiosidad me venció y volví a verlo. Ese fue el elegido, con sus tonos llamativos y su tejido complejo.
Desde que fui a México, en mi casa solo se compra tortilla de maíz auténtica y se sirve en el tortillero. ¡Mi esposo y yo hasta trajimos cochinita pibil en la maleta! Allá en México tienen un respeto por la autenticidad de los ingredientes de la comida, y nosotros quisimos seguir viviendo esa experiencia aun después de salir del país.
Foto: Equipo Viajes Alkasa