Visitando la Vírgen de Medjugorje

POR: Gabriela Aybar

Soy católica, y en mis investigaciones había leído una historia fascinante: en 1981, en medio del conflicto bélico de la antigua Yugoslavia, una virgen hizo una aparición delante de seis niños de un pueblito llamado Medjugorje. Ahí, en Podbrdo, se presentó a estos pequeños pueblerinos, cargando un niño en sus brazos. Desde entonces, la virgen sigue haciendo apariciones diarias a tres de estos visionarios, sin importar el lugar del mundo donde estén. Los otros tres, quienes recibieron 10 secretos de la Virgen al mundo, reciben la aparición una vez al año, en una fecha específica para cada uno.

Por eso, ese pueblito aislado en lo que desde 1992 es Bosnia y Herzegovina, ha visto pasar por sus callecitas a miles de peregrinos en busca de paz, sanación y bendición, así como para entregar acciones de penintencia.

Estuve por allá recientemente, y en efecto es un poblado remoto, con poco más que los monumentos religiosos y dos colinas –en la Podbrdo está su estatua, y en la segunda, llamada Krizevac, muchos ascienden un camino rocoso de más de una hora para hacer penitencia ante una cruz–. Con su ir y venir de visitantes de todas partes del mundo, el pueblo se paraliza a las 6:50 de la tarde, el momento en que la Virgen aparece ante los visionarios que todavía residen allí y los visitantes se arrodillan en silencio. Este momento es tomado en cuenta en la misa diaria que se realiza en su iglesia: comienza con el rosario y las confesiones en el patio de la misma –con curas políglotas que colocan letreros indicando los idiomas que conocen–; tras los 10 minutos de la aparición, inicia la misa. Al igual que con los curas políglotas, la misa toma en cuenta los múltiples idiomas de los visitantes: se efectúa en croata, pero para quien lleva un radio con audífono, es posible sintonizar en una estación específica la traducción en vivo de la misa en su idioma –incluyendo el español–.

Esta experiencia hay que vivirla para entenderla, y tomarse unos dos o tres días en Medjugorje para absorberla –afortunadamente, la oferta hotelera es muy buena–. Hay que estar presente en esa misa, ver el Cristo de metal que a pesar de expulsar agua nunca se oxida, escalar las colinas. Si están interesados en hacer el recorrido, ¡no dejen de contactarme! Aunque el destino es muy visitado, todavía no existe mucha información disponible sobre la logística, así que con gusto puedo ayudarles con consejos de primera mano para que puedan ir debidamente preparados.

Fotos: Gabriela Aybar