POR: Rab Messina
Alerta de spoiler: Algunos de los «planetas» de Interstellar en realidad son paisajes islandeses. ¿Y los de Prometheus? Igual. ¿Y los de Star Trek: Into the Darkness? También. Desde hace décadas, Hollywood ha utilizado la accidentada topografía de esa isla nórdica para escenificar paisajes imposibles, literalmente fuera de este mundo. Pero hubo una película, lanzada en 2013, que le dio a la tundra, los fiordos y la lava islandesa su debido protagonismo: The Secret Life of Walter Mitty.
En ella, el papel epónimo personalizado por Ben Stiller es un oficinista que sueña con tener aventuras por el mundo, hasta que las circunstancias le hacen lanzarse en vida real. Uno de los primeros puntos que toca en su recorrido es Islandia, y ahí nos regala una de las escenas más espectaculares hecha solo a base de kinesis y naturaleza, sin necesidad de CGI: la de Stiller haciendo longboard entre las empinadas montañas del país.
Yo estuve en Islandia entre un noviembre y un diciembre donde solo recibíamos luz entre 11 de la mañana y cuatro de la tarde. Sin embargo, esas cinco horas al día bastaban para ver que la tierra de Björk se merecía todas esas sagas fantásticas que habían inventado sobre ella: no es normal tener la columna vertebral de la tierra a simple vista; no es normal ver fuegos artificiales naturales en medio de la nada; no es normal que una laguna azul se mantenga caliente cuando fuera hasta el aliento se congela. Islandia no es un país real: para mí siempre será lo que hizo la naturaleza cuando ya hubo terminado de crear países normales en los alrededores del Ecuador –una travesura en donde dejó correr su imaginación infantil, desafiando las leyes de la física, para darnos un país fuera de este mundo–. Y ver las escenas islandesas de The Secret Life of Walter Mitty es una confirmación de esa creencia.
Foto: Vía Express Elevator to Hell