POR: Carolina Ruiz
Sint Marteen, parte del reino de los Países Bajos, hace frontera casi invisible con Saint Martin, una colectividad francesa de ultramar… y todo esto en apenas 87 kilómetros cuadrados. En el lado francés, que ocupa el 60 por ciento de la isla, fui recibida por ejecutivos de la aerolínea Pawa Dominicana y del Ministerio de Turismo de la colectividad para conocer las bellezas de Marigot, su capital.
En la cosmopolita Marigot las hermosas boutiques y los vistosos restaurantes se sientan de lado a lado con las paradas tradicionales. A diferencia de la capital del lado holandés, Philipsburg, esta ciudad cuenta con espectaculares construcciones del siglo XVIII muy bien preservadas, como los mercados que todavía están en pie.
Sin embargo, también tiene un lado natural: una de mis visitas favoritas fue Loterie Farm, un lugar en donde la naturaleza está en su plenitud, pero con un toque de modernidad. En este escape verde frente al Pico Paradis se puede degustar comida de fusión asiático-caribeña con mucho curry, así como divertirse con el zip lining, hacer un trayecto de aventura de 45 minutos con obstáculos y escaladas, o disfrutar de un poco de senderismo.
Pero en este universo de contrastes y de influencias europeas y asiáticas, tan lejanas a la realidad dominicana, encontré algo muy familiar. Tuve la oportunidad de tomar un curso de cocina típica en Scooby’s, un restaurante playero muy popular, y ahí me sorprendí de ver que no estaba tan lejos de República Dominicana como pensaba: ¡Nos pusieron a hacer Johnny Cakes! Me reí, pensando en los yaniqueques long play de Boca Chica, y seguí las indicaciones.
La versión local, sin embargo, es muy diferente a la que hacemos aquí: esta es mucho más pequeña, gruesa y mullida que nuestros LPs. Sin embargo, con todo y que era algo relativamente nuevo para mí, puse el nombre de Santo Domingo en alto: mis yaniqueques ganaron el segundo lugar según los jueces sanmartinenses. ¡Qué pequeño es el mundo!
Fotos: Luis Horacio Oduber y Carolina Ruiz
