POR: Ana Santelises de Latour
Nueva York es una ciudad para peatones… pero no se lo digan a mis hijos, ambos menores de siete años. Ya después de un par de días de caminar en el frío invernal, la novedad se transformó en cansancio. Por eso se me ocurrió tomarnos un descanso en un lugar que no es necesariamente turístico, pero es un paraíso para niños y adolescentes: el conjunto deportivo Chelsea Piers.
Ubicado en la calle 23, este centro deportivo contiene instalaciones para practicar desde patinaje sobre hielo hasta gimnasia, jugar a los bolos o al basquetbol o practicar el bateo. Había estado ahí hace más de 10 años con familiares, y recordaba haberla pasado muy bien.
Ahora, la coordinación: lo primero que hice fue utilizar una app climatológica y escoger el día más frío de nuestro viaje, para así tener la ventaja de estar bajo techo con calefacción. Ya con el día seleccionado, llamé a los departamentos relevantes en el Chelsea Piers para conocer el horario de apertura al público de sus instalaciones —la mayoría funciona como espacio de clases y entrenamiento para deportistas infantiles, jóvenes y adultos—. Y entonces, a la una de la tarde del día escogido estábamos ahí.
Mis hijos se volvieron locos: les alquilamos patines y cascos, y estaban felices patinando sobre hielo sin límite de tiempo —allá puede uno pasarse literalmente varias horas haciendo ochos sobre el hielo si se desea—. Caminando entre un muelle y otro llegamos a la bolera, donde descubrimos un maravilloso sistema de canales automatizados por usuario, que suben cuando el jugador es un niño y bajan cuando es un adulto.
Entre los patines, los bolos, las jaulas de bateo y las cafeterías y pizzerías bien surtidas nos dieron las siete de la noche. Lo mejor de esa experiencia fue verlos disfrutar sin preocuparse por el frío ni las caminatas. ¿Lo peor? Que el resto del viaje se pasaron preguntando: “Mamá, ¿cuándo volvemos al Chelsea Piers?”.
Fotos: Ana Santelises de Latour