POR: Ana Santelises de Latour
Muchas personas visitan el Duomo, una de las edificaciones insignias de Milán, y no se imaginan que detrás de esa impresionante catedral gótica, tan tranquilita que se ve, hay siglos de intriga, traición y drama arquitectónico.
Gracias a una gira privada con una especialista Signature local, mi esposo y yo pudimos conocer la edificación de cerca y desde adentro, y así conocer esos detalles.
El primer picazo lo dieron en 1386 y la idea era construir una catedral que brindara alegría a un pueblo que hasta poco había estado oprimido por un régimen fuerte. Se designó una cantera específica en el Piemonte para extraer el mármol, que llegaba a Milán gracias a 90 kilómetros de canales que hubo que construir con la colaboración del mismísimo Leonardo da Vinci —ese proyecto es lo que hoy se conoce como el vecindario Navigli en la ciudad—.
Pero después, lo que hacía un arquitecto con una mano lo deshacía un ingeniero con otra una década después… ¡y fueron casi 80 en total! Se acababa el dinero y paraban la construcción, porque se fueron de boca haciendo literalmente 3,400 estatuas y 135 gárgolas… pero venía Napoleón y ponía los fondos —aunque nunca llegaron a devolverle ese dinero a Francia—.
Ya cuando casi acababa el show, durante la Segunda Guerra Mundial hubo que repararla por daños menores ocurridos durante los bombardeos. Y es más: cuando estaban construyendo el metro de la ciudad, cuyos trabajos comenzaron en 1957, se dieron cuenta de que debajo del Duomo había una fosa baptismal y tuvieron que parar para hacer la extracción y conservación arqueológica adecuada. No fue sino hasta 1965 que finalmente terminaron la catedral. ¡Todo un drama!
Hoy, afortunadamente, podemos observar su belleza plena, gracias a una renovación que se hizo entre 2003 y 2009 —y claro, a través a la instalación de un ascensor que permite que los visitantes suban cómodamente en vez de utilizar las escaleras—.
Si están por Milán y quieren irse con la ya clásica foto frente al Duomo, les tengo otra propuesta: traten de contratar una guía local con conocimiento de esa historia—nosotros podemos recomendarles nuestros especialistas Signature—. Les prometo que después de esa experiencia van a ver cada gárgola, cada pieza vitral y cada hendidura en el mármol con otros ojos.
Fotos: Cortesía de Ana Santelises de Latour