POR: Edward Piña
En ciudades grandes, si un restaurante casual no tiene un gentío fuera, ¿vale la pena entrar? Ya mi esposa y yo hemos comprobado que de la abundancia del menú habla la fila, y dos de nuestras selecciones en un viaje reciente a Londres nos lo confirmaron. Por eso, con ojos cerrados les recomiendo anotar a Barrafina y a Dishoom en su listado gastronómico para la capital inglesa.
[1] BARRAFINA
Imagínense una Barra Payán donde, en vez de un derretido sirvan tapas españolas, y en vez de un lechoza Ka el maridaje sea con cava y Jerez. Ese es el concepto de Barrafina —si se ponen a pensarlo, el nombre no puede ser más explícito—. El sitio lo abrieron dos hermanos ingleses que se habían entrenado en los sectores hosteleros de España y México; hace unos años decidieron abrir un concepto casual ya de vuelta en Londres.
La combinación de ingredientes de altísima calidad, la intimidad de tener el equipo cocinando en vivo justo al lado de los comensales y una buena carta de vinos han hecho que de una sucursal de prueba hoy tengan cuatro con gran éxito.
Si van —pueden escoger entre las dos barras de Covent Garden, una en Soho y la nueva de Coal Drops Yard— no dejen de probar la codorniz rostizada al vino o la tapa de costillitas, quesos, dátiles y hongos.
[2] DISHOOM
Hay formas y hay formas de hacer comida con elementos orgánicos. El concepto de Dishoom es, para mí, uno de los mejores: enfocarse en la autenticidad de un tipo de cocina y un tipo de ambiente, y trabajarla con los mejores ingredientes posibles. Por eso la fórmula del propietario Shamil Thakrar ha tenido tanto éxito: en sus cinco restaurantes ha querido emular la experiencia de los cafés iraníes de Mumbai, con una atención al detalle que hace que uno se sienta suspendido en una burbuja aún dentro de Londres.
Al llegar, hicimos una fila de 40 minutos. Como estábamos en la frontera del otoño y el invierno, nos brindaron un chocolate caliente con jengibre mientras esperábamos. Al entrar, nos dimos cuenta que esa hospitalidad se sentía también dentro del restaurante: la idea de esos cafés iraníes es que la gente iba a compartir, a pasar un rato cálido… y aquí el ambiente se sentía así. Pudimos probar bocadillos con sustancia —nada plateado— desde un curry con buen sazón hasta gambas masala.
Lo mejor, por si andan con el tiempo justo, es que están abiertos durante todo el día: tienen disponible un menú de desayuno, almuerzo-cena, bebidas y hasta comida para llevar.
Fotos: Cortesía de Barrafina y Dishoom