Atenas, o una ciudad museo contemporánea

La capital griega es tanto su ilustre pasado como su altivo presente: en una misma calle pueden convivir, de forma orgánica, milenios de historia.

Atenas es el epítome de la frase «actúa normalch»: se puede estar caminando de Psiri, un otrora vecindario revolucionario, a Gazi, el barrio que pasó de ser la sede de galpones industriales a convertirse en el actual epicentro juvenil nocturno, y encontrarse a mitad de camino, como quien no quiere la cosa, con las ruinas milenarias de Kerameikos, el lugar de donde viene, gracias a los alfareros que allí trabajaban, el nombre para la cerámica. Esa es Atenas, una ciudad museo con los pies firmes en 2015. ¿Cómo pasar un día en ella, del «kalimera» al «kalispera»? Aquí van algunas sugerencias.

POR: Rab Messina

 


[9:00 A.M. – SALUDOS A ATENEA]
Hay que olvidarse del desayuno distendido e intentar, por todos los medios, de llegar a la Acrópolis antes de las 9:30 de la mañana, hora en que los autobuses comienzan a aglomerarse y la multitud arruina la sensación de que se es Atenea y todo alrededor le pertenece –por lo menos, a eso jugué yo–. Esta visita permite descubrir no solo la maestría arquitectónica de la Antigua Grecia, sino también la razón por la cual todas esas estatuas llevaban cuadritos y músculos definidos: CrossFit es un relajo delante de la subida a pie al Partenón.

[11:00 A.M. – YOGUR, FETA Y ESPRESSO]
Baje hasta el vecindario cercano de Plaka y ajústese cualquier cosa que vea: tras las escaleras de la Acrópolis, usted se lo merece. Dependiendo de la estación del año, puede iniciar el día con un espresso frío en cualquiera de los cafecitos alrededor,  yogur helado –recuerde que está en LA tierra del yogur– o las creaciones artesanales de las panaderías circundantes –parte del espectáculo de comerse una spanakopita de espinaca, por ejemplo, es ver cómo el panadero la prepara, extendiendo la masa hasta llevarla a un grosor minúsculo y doblando capa por capa de la misma en una coreografía manual que desafía cualquier horos–.

[11:30 A.M. – SOUVENIRS EN PLAKA]
Plaka y sus callecitas de postal lamentablemente están plagadas de tiendecitas de souvenirs que, más que recuerdos auténticos, son trampillas para turistas. En una de esas tiendas, sin embargo, va a encontrar algo muy diferente al resto, con un inventario de lo mejor del diseño local: Forget Me Not, ubicada en la calle Adrianou, tiene ropa, utensilios caseros, accesorios y juguetes confeccionados por decenas de diseñadores jóvenes. Tras reírse con la patineta con chancletas griegas incluidas, puede llevarse a casa un juego de posavasos de cemento con el relieve de las calles atenienses, juguetes infantiles inspirados en el paisaje de las islas del Mar Egeo o un bultito con el patrón de los papeles de los tradicionales mercados de pescadores.

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[1:00 P.M. – EL REAL ESTADIO OLÍMPICO]
De la actualidad volvemos al pasado bien pasado: bajando de Plaka puede dirigirse al Templo de Zeus, pero mi recomendación es pasar directamente al Kallimármaro, el Estadio Panathinaiko. Originalmente hecho en madera para albergar los Juegos Panatenaicos, esos que se celebraban cada cuatro años en los tiempos de cuando Terpsícore bailaba, el estadio fue reconstruido en mármol para convertirse en la sede de las primeras Olimpíadas modernas, celebradas en 1896. Muy bonito todo, muchas oportunidades de fotografiarse pretendiendo ser Luguelín, pero de nuevo, los griegos y su obsesión con las escaleras: con subir a los bleachers –muy recomendado, porque la curvatura del estadio vista desde arriba es para aplaudir– ya tiene paga la mensualidad del gimnasio.  Claro, la ciudad no es plana, y de ahí viene tanta subida por doquier, pero algo me dice que con lo geniales que eran los antiguos griegos y con tanta piedra pesada disponible, también pudieron haber inventado los ascensores. Digo yo.

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[2:00 P.M. – LA PLAZA DEL PUEBLO]
De Pangrati, el vecindario donde se encuentra el estadio, tome un taxi hasta la Plaza Syntagma –para referencia de su importancia para la ciudad, «syntagma» significa «constitución» y el lugar es la actual sede del Parlamento griego, así como el punto donde el fiero pueblo se reúne para protestar por las situaciones de inequidad, como las manifestaciones en contra de las propuestas de austeridad del último lustro–. Muy admirable todo, muchas oportunidades de fotografiarse pretendiendo ser Yanis Varoufakis –la fotogénica cara de una lamentable tragedia griega del siglo XXI–, pero ya son las dos de la tarde: busque su souvlaki pronto. Escoja cualquier puestito callejero alrededor y pida un «pita kalamaki»: así le llaman en Atenas al cerdo ensartado con vegetales, tzatziki y papas fritas envuelto en un pan pita. De nada.

[3:00 P.M. – LA MIEL EN ACCIÓN]
Ya que está cerca del vecindario comercial de Kolonaki, descubra lo que los griegos hacen con la miel fuera de agregársela al yogur y a los postres. En la calle Solonos se encuentra la tienda principal de Apivita, una marca de productos de belleza con base en la apicultura, creada en los 70 por una pareja farmacéutica. Según explican las etiquetas, estos productos tienen, en promedio, más de un 96 por ciento de procedencia biológica –sobre todo originarios de la miel y el propóleo local–. A pesar de que los Apivita se encuentran disponibles en cientos de farmacias en la ciudad, visitar la central tiene una ventaja: pídale a sus nuevas mejores amigas griegas que le revisen la cara y le preparen, en la farmacia natural de la segunda planta, una crema a la medida –la mía contiene sábila, lavanda y romero–.

[4:00 P.M. – ENVIDIA ABDOMINAL]
Suba hasta los alrededores de Exarchia y llegue al Museo Arqueológico Nacional. Tres de cuatro atenienses encuestados me dijeron que ese era el museo más impresionante de la ciudad –el cuarto, sin despeinarse, me respondió que «el mejor museo de Atenas es Atenas misma»–. Vea las marcas musculares en las estatuas y recuerde mis palabras sobre la obsesión griega por el agotamiento físico.

[7:00 P.M. – CENTRAL GRAFITERA]
Tome el metro hasta Monastiraki y, al salir a la plaza que le da el nombre a la estación, obvíe el mercado de pulgas –más de lo mismo que encontró en Plaka–. Diríjase hacia el vecindario cercano de Psiri, un antiguo hormiguero contracultural, y piérdase entre las callecitas llenas de grafiti –mi favorito fue un letrero en aerosol que decía «esta es una oportunidad fantástica de tirarte una foto hipster para Instagram»–, las tiendas de objetos vintage y los barcitos que comienzan a avivarse a esta hora.

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[9:00 P.M. – A VER SI EL GAS PELA]
Tome la calle Ermou hasta la plaza Agion Asomaton, y de ahí prosiga hasta la Technopolis, una antigua planta industrial de producción de gas que hoy es un centro cultural. Tras pasar por las ruinas de Keramikos, el lugar de trabajo de los alfareros de la ciudad milenios atrás, verá las chimeneas de uno de los puntos principales del vecindario Gazi –adivine de dónde viene ese nombre–. Alrededor del parque que alberga la estación de metro Keramikos se encuentra contenida una gran parte de la presencia hipster de la ciudad, con restaurantes de comida internacional y barcitos con cócteles de autor. Salte de uno a otro para acabar la jornada, y ruéguele a Dionisio que de vuelta a su hotel no hayan escaleras en su camino.

FOTOS: Rab Messina