POR: Ana Santelises de Latour
De chiquitos, mi mamá se encargaba de hacernos las maletas a toda la familia. Este método nos funcionó bien hasta que, justo antes de un viaje familiar de 10 días a Japón, mi mamá se enfermó con todo y visita a la clínica –quienes la conocen sabrán lo raro que es esto–.
Mi papá decidió aplicar sus conocimientos del sector financiero a esta situación: tomó el itinerario de viaje que íbamos a agotar, con sus cenas formales y sus paseos informales, y vació toda la información en una tabla de Excel. De ahí, cada uno de nosotros ideó las más eficientes combinaciones de ropa y accesorios, y terminamos con una guía que nos hizo empacar exactamente lo que necesitábamos, sin desperdiciar espacio –fuera de las dos camisas/camisetas que se incluyen para cualquier imprevisto, en nuestras maletas están todos los que son y son todos los que están–.
Hoy, más de una década después, seguimos usando el formato de la sencilla tabla de Excel para eficientizar el proceso de hacer maletas. Cada uno a su forma, claro: por ejemplo, a las columnas de FECHA, DÍA, NOCHE y ROPA yo agrego la columna de TEMPERATURA, donde confirmo qué tan abrigada debo estar gracias a los pronósticos meteorológicos; así, cada quien puede personalizarla a su estilo. En fin, de un imprevisto de salud de mi madre y la lógica respuesta de mi padre surgió algo que, sin esperarlo, ya se ha convertido en una tradición familiar y en un instrumento que minimiza una de las partes más estresantes de viajar y nos permite enfocarnos en disfrutar del viaje en sí.
Foto: Vía Ana Santelises de Latour