El cuarto distrito de París puede parecer un hormiguero, por contener una alta densidad de cafecitos, restaurantes e instituciones históricas –para colmo, parte de Le Marais, una de las zonas más cool de la ciudad, también queda ahí dentro–. Por eso, es difícil a veces encontrar ahí dentro un espacio para relajarse y respirar con calma… aunque, increíblemente, hay uno a pocos pasos del concurrido Centro Pompidou: el Atelier Brancusi.
Al morir en 1957, el escultor rumano Constantin Brancusi dejó al estado el contenido de su estudio, con decenas de piezas en yeso y madera. La mejor manera de describirlas es decir que parecen las representaciones tridimensionales de un lienzo de Picasso, pero curadas por Almodóvar. La riqueza de sus representaciones humanas y animales –su serie de aves y sus trabajos de «rostros» femeninos son particularmente impresionantes por su uso de las curvas para expresar personalidad– hace que la visita valga la pena desde el plano didáctico, pero la distribución de las mismas en cuatro secciones, una de ellos con las herramientas del artista expuestas, hace que el recorrido se sienta íntimo.
Hay otro factor que contribuye a esa sensación de intimidad: el edificio que alberga el atelier y la sala de exposiciones está casi incrustado dentro de la tierra, bloqueando el barullo de las filas que van hacia el Pompidou, a escasos metros de distancia –la pequeña edificación se encuentra en la misma Place Beaubourg, justo delante del Centro–. Aparte, ya que este no es el lugar original del atelier, el equipo de restauración se esmeró en replicar la distribución y la iluminación original del mismo, y para eso contaron con la ayuda del arquitecto italiano Renzo Piano, autor del actual edificio. El resultado de todo esto es, tratando de no sonar a cliché, un oasis en medio de uno de los puntos más visitados de París.
Increíblemente, muchas personas no conocen el Atelier, ignorando la experiencia que encontrarían dentro –cuando le preguntamos a los oficiales de seguridad cuántas personas visitaban el espacio a diario, nos dijeron que muchas veces se encuentra totalmente vacío–. Por eso, si visitan el Pompidou en un próximo viaje a París, hagan el intento; la entrada es gratuita y el lugar está abierto solo por las tardes, a partir de las 2:00 p.m.
Fotos: Rab Messina