POR: Alejandro Santelises Haché
El Río de la Plata separa a Buenos Aires de Colonia del Sacramento, un pueblito portuario en Uruguay que se ha beneficiado enormemente de la entrada en servicio del Buquebus. Gracias a ese ferry rápido, los visitantes a la capital argentina tienen la opción de pasar un día en un lugar suspendido en el tiempo, a una hora de distancia.
Al llegar con mis amigos, a todos nos pareció un pueblito francés de postal, como ese que salió en la película Chocolat. Tiene sentido que nos haya parecido europea: la colonia fue fundada en 1680 por portugueses, y tomada por los españoles en 1705… pero luego volvió a manos de los portugueses, y españoles, y portugueses, y luego fue brasileña, hasta que hacia 1828 fue oficialmente parte de la Uruguay independiente.
Todos esos traspasos se notan en su arquitectura, en su gastronomía, en el estilo relajado de vida de sus 27,000 habitantes. Por eso, las calles adoquinadas, las edificaciones en piedra y los azulejos portugueses que componen el Barrio Histórico han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Duramos apenas unas horas en Colonia —varias de ellas disfrutando de un vino en el restaurante El Torreón—, pero cuando abordé el Buquebus que me llevaría de vuelta a Buenos Aires me lamenté de no haber separado más tiempo para conocer mejor a Colonia del Sacramento. Ahí, con la temperatura templada y el sonido del puerto, me imaginé quedándome tres días y dos noches: despertarme a la hora que quiera, entrar a las tantas tienditas, durar cuatro horas comiendo, alquilar un bote en el puerto y descubrir los islotes alrededor, durar cinco horas cenando, dormir en un hotelito y repetir al día siguiente. Esa visita la tengo pendiente.
Fotos: Alejandro Santelises Haché y Plan South America